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El silencio de Francisco

Tres encuentros de tres pontífices con la reliquia más importante de la cristiandad -la Sábana Santa- han ocurrido en los últimos 17 años cuando cada uno de ellos acudió a la catedral de san Juan Bautista, en Turín, para venerar todo lo que este lienzo contiene y muestra: en la superficie, la impronta del Cuerpo y del Rostro de Cristo, y entre sus fibras, su divina Sangre.

El 21 de junio, durante la Ostensión de 2015, el papa Francisco entró a la catedral de Turín, y tras arrodillarse ante la Sábana Santa, tomó asiento, estuvo en silencio durante diez minutos, después se persignó, se aproximó al sagrado Lienzo y tocó con su mano el marco de madera que rodea el cristal que lo cubre. Luego se dirigió en Papamóvil a la Plaza Vittorio para celebrar la Santa Misa, y tras rezar el Angelus se dijo que “La Sábana atrae hacia el rostro y el cuerpo roto de Jesús y, al mismo tiempo, empuja hacia el rostro de cada persona que sufre y es injustamente perseguida. Nos empuja en la misma dirección del don del amor de Jesús”.

Cinco años antes, el 2 de mayo de 2010, el papa Benedicto XVI, también en la catedral de Turín, dijo: “Este es un momento muy esperado para mí… porque estoy aquí como Sucesor de Pedro y traigo en mi corazón a toda la Iglesia, más aún, a toda la humanidad”. Luego manifestó, entre otras palabras, que la Sábana Santa “es el icono del Sábado Santo y corresponde en todo a lo que nos dicen los Evangelios sobre Jesús”. Luego agregó que “es testigo del intervalo único e irrepetible en la historia de la humanidad y del universo, en el que Dios, en Jesucristo, compartió no sólo nuestro morir, sino también nuestra permanencia en la muerte, la solidaridad más radical” y explicó: “Este rostro, estas manos y estos pies, este costado, todo este cuerpo habla, es en sí mismo una palabra que podemos escuchar en silencio ¿Cómo habla la Sábana Santa? Habla con la sangre, y la sangre es la vida. La Sábana Santa es un icono escrito con sangre”.

Diecisiete años antes, el 24 de mayo de 1998, el papa santo Juan Pablo II dijo en la catedral de Turín, entre otras palabras: “Ante la Sábana Santa, imagen intensa y conmovedora de un dolor indescriptible, deseo dar gracias al Señor por este don singular, que pide al creyente atención amorosa y disponibilidad plena al seguimiento del Señor”. Luego explicó que la Sábana Santa: “Es un reto a la inteligencia” porque “exige un esfuerzo para captar con humildad el mensaje profundo que transmite a su razón y a su vida”; “Es espejo del Evangelio” porque “no se puede prescindir de la consideración de que la imagen presente en él tiene una relación tan profunda con cuanto narran los evangelios sobre la pasión y muerte de Jesús”; “Refleja la imagen del sufrimiento humano” porque “la impronta del cuerpo martirizado del Crucificado testimonia la tremenda capacidad del hombre de causar dolor y muerte a sus semejantes”; “Es imagen del amor de Dios, así como del pecado del hombre” porque “nos invita a todos a imprimir en nuestro espíritu el rostro del amor de Dios, para apartar de él la tremenda realidad del pecado”; “Es imagen de impotencia” porque “es paso importante del camino de Jesús hacia la gloria, de la que se desprende un rayo de luz que ilumina el dolor y la muerte de todo hombre”; es “Imagen del silencio” porque “no sólo expresa el silencio de la muerte, sino también el silencio valiente y fecundo de la superación de lo efímero, gracias a la inmersión total en el eterno presente de Dios”; “Nos presenta a Jesús en el momento de su máxima impotencia, y nos recuerda que en la anulación de esa muerte está la salvación del mundo entero”, y concluyó con la letanía, extraordinariamente significativa ante este lienzo santo: “Alma de Cristo, santifícame; Cuerpo de Cristo, sálvame; Pasión de Cristo, confórtame. Dentro de tus llagas escóndeme”.

Antes de estos tres pontífices; también los papas Juan Pablo I y Pablo VI quisieron acudir a venerar esta reliquia, pero la muerte llegó antes de que pudieran lograrlo. Antes, Pablo VI había declarado: “Es un admirable documento de la pasión, muerte y resurrección de Cristo escrito en caracteres de sangre”; Juan XXIII, mientras observaba una fotografía del lienzo afirmó: “¡El dedo de Dios está aquí!” y Pío XII expresó que es un “Extraordinario vestigio de la Pasión del Divino Redentor”.

El papa Francisco, por su parte, prefirió mantenerse envuelto en el silencio contemplativo…