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El poder de la Iglesia contra satanás

Del Ritual Romano sobre El Exorcismo vamos a tomar algunos principios doctrinales para conocer su naturaleza y formar nuestra conciencia. Son doctrina de la Iglesia y no opiniones de algún iluminado. Citamos el texto casi a la letra con el número de referencia.

1. La Iglesia ejerció, desde los tiempos apostólicos, el poder recibido de Cristo de expulsar los demonios y anular su influjo. Ora en nombre de Jesús para ser liberada del Maligno. Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra el influjo del Maligno y sustraída a su dominio, esto se llama exorcismo (7).

2. La Iniciación cristiana se ordena de tal manera que la lucha espiritual contra el poder del diablo se signifique claramente y empiece a hacerse en la misma Iniciación. Los exorcismos que se hacen sobre los elegidos durante el catecumenado en forma simple, son exorcismos menores, son oraciones de la Iglesia, para que ellos sean liberados de las consecuencias del pecado y del influjo del diablo, y sean fortalecidos en su camino espiritual. En el Bautismo se hacen también las renuncias a Satanás y se pide que los niños sean fortalecidos con la fuerza del Espíritu Santo ( 8).

3. Los fieles cristianos saben que deben vigilar porque su adversario el Diablo, como león rugiente ronda buscando a quien devorar (S. Pedro), al cual hay que resistirle, firmes en la fe. Por eso la Iglesia ora constantemente por ellos para que se vean libres de toda perturbación y por la gracia de los Sacramentos, especialmente por la Penitencia, reciban la fuerza para gozar de la libertad de los hijos de Dios. La Iglesia protege a sus hijos contra el Maligno (9).

4. Entre estas ayudas sobresale el exorcismo mayor solemne, o gran exorcismo, que es una acción litúrgica. Es una súplica que intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús le ha confiado a su Iglesia. Pertenece al género de los sacramentales, o sea, es un signo sagrado por el cual se expresan efectos, sobre todo de carácter espiritual, y se obtienen por intercesión de la Iglesia (11).

5. En los exorcismos mayores, la Iglesia, segura del don del Espíritu que el Hijo de Dios le entregó después de su resurrección, actúa en los exorcismos no en su propio nombre sino en el único nombre de Dios o de Cristo, el Señor, a quien todas las cosas, incluso el diablo y los demonios, deben obedecer y someterse (12).

6. El ministerio de exorcizar a los posesos se concede por una licencia peculiar y expresa del Ordinario del lugar, el cual, según la norma, será el mismo Obispo diocesano. Esta licencia sólo debe ser concedida a un sacerdote piadoso, docto, prudente y con integridad de vida, para que realice este oficio con caridad con fe y humildad. Cuando aquí se habla de exorcista siempre debe entenderse sacerdote exorcista, obediente a su Obispo (13).

7. El exorcista, en el caso de una situación que se dice de intervención demoníaca, ante todo proceda con la máxima circunspección y prudencia (14). No proceda a celebrar el exorcismo hasta que no esté seguro, con certeza moral, de que quien va a ser exorcizado está realmente poseído por el demonio y, si es posible, cuente con su consentimiento (16).

8. Realícese el exorcismo de tal manera que se manifieste la fe de la Iglesia, y nadie pueda considerarlo como una acción mágica o supersticiosa (19).

+ Mario De Gasperín Gasperín