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Año jubilar y aborto

Una de las características más hermosas de un jubileo consiste en promover la justicia, perdonar las ofensas, restablecer relaciones heridas, ayudar a los más necesitados, fomentar las obras de misericordia.

Por eso, entre las peticiones que se alzan en el Año Santo de la misericordia (2015-2016) también se ha pedido la abolición de la pena de muerte. ¿No podríamos incluir también una llamada a abolir el aborto en el mundo?

Cuando reconocemos que el aborto elimina la vida de millones de hijos cada año. Cuando nos damos cuenta del enorme daño que genera el aborto en el corazón de las madres y de los padres. Cuando percibimos la profunda herida que genera en los Estados la legalización de la muerte de los embriones humanos… Entonces hace falta un grito a favor de los más débiles e indefensos.

Vivimos en un mundo lleno de contrastes, donde junto a protestas de quienes defienden a los animales muchos ya no perciben la gran injusticia que se produce en cada aborto. Porque las injusticias humanas se agravan cuando quienes las sufren son vistos con indiferencia y con silencios cómplices.

En este año jubilar, y también después del mismo, es urgente pensar en los millones de hijos cuyas vidas son destruidas en el seno de sus madres, sin olvidar a miles y miles de hijos abandonados a su suerte en las clínicas de fecundación artificial o usados como “material sobrante” para la experimentación.

Sólo cuando defendamos a los embriones y fetos humanos, nuestras sociedades habrán avanzado hacia la justicia. Así nuestro mundo sea un poco más inclusivo, más abierto, más solidario y, sobre todo, más respetuoso de los hijos, que son un don con el que Dios bendice a sus padres y al mundo entero.