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Regazo maternal

Cuando el Papa Francisco se reúne con los obispos de una nación suele pronunciar un discurso programático. Allí el Pontífice, como Pastor de la Iglesia universal y cabeza del Colegio de los Obispos, expone las líneas pastorales para la situación concreta de la Iglesia en esa nación. Ejerce como maestro de la fe y promotor de la unidad.

Durante el encuentro con los Obispos de México en la Catedral Metropolitana, manifestó su deseo de posar la propia mirada sobre la Virgen de Guadalupe y, después de haberse dejado mirar también él por Ella, pidió a los obispos le consintieran, que cuanto iba a decir, “pudiera hacerlo partiendo desde la Guadalupana”, pues sabe “que ninguna otra voz puede hablar tan profundamente del corazón mexicano como puede hablar la Virgen, pues Ella custodia sus más altos deseos, sus más recónditas esperanzas”. Conoce el Papa que la llave para hacer penetrar el Evangelio tanto en los pastores como en los fieles creyentes, la tiene Santa María de Guadalupe.

La primera parte de su discurso se titula “una mirada de ternura”. Inspiran sus reflexiones las palabras de Santa María de Guadalupe a Juan Diego cuando éste, angustiado, buscaba auxilio para su tío moribundo: “¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos?”. Aquí el Papa nos recuerda que “la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios”, no la dureza de la ley. Se refiere luego al dicho de “un inquieto y notable literato de estas tierras”, sin nombrarlo, quien señaló que “en Guadalupe ya no se pide la abundancia de las cosechas o la fertilidad de la tierra, sino que se busca un regazo en el cual los hombres, siempre huérfanos y desheredados, están en búsqueda de un resguardo, de un hogar”; y se pregunta el Papa: “¿Acaso se ha diluido, se ha olvidado, la necesidad de regazo que anhela el corazón del pueblo que se les ha confiado a ustedes”?

Este es un serio reclamo con la suave dureza de un afecto paternal y maternal a la vez. El Papa desenvuelve sus reflexiones recordándonos cómo es “este regazo materno el que continuamente ha generado a México”; cómo “el regazo de la fe cristiana es capaz de reconciliar el pasado doloroso”, porque “sólo en ese regazo se puede descubrir la profunda verdad de la nueva humanidad (que surgió con la Evangelización), en la cual todos están llamados a ser hijos de Dios”. Este regazo encierra toda la ternura de Dios “que sólo puede reflejar la mirada limpia, el alma trasparente y el rostro luminoso de un Pastor”.

Las piedras que nos quieren hacer tropezar son el relativismo “vacilante y errabundo, que carece de sustrato sólido”; la globalización prepotente donde “la fuerza de algunos ya no puede sobrevivir sin la vulnerabilidad de otros”; y la tecnocracia mecanicista que “hace cercano lo que está lejano pero, lamentablemente, hace distante lo que debería estar cerca”. Los jóvenes, “seducidos por la potencia vacía del mundo, exaltan las quimeras y se revisten de sus macabros símbolos para comercializar la muerte”. El Papa pide a los Pastores dejar vanidades y “ocuparse de las cosas del Padre” y, con “coraje profético”, iniciar la conversión pastoral que abarque todo y a todos, y a elaborar un “proyecto pastoral”. La Iglesia es ese regazo materno en que el cristiano es gestado, encuentra identidad, recibe calor y se realiza como hijo de Dios. Es el regazo materno de la Iglesia -vivencia pura del virginal de María-, quien va a dar esperanza y salvación a nuestra Nación.

+ Mario De Gasperín Gasperín