Los servicios de comunicación de la Santa Sede y todo su aparato informativo aseguran que el Romano Pontífice sea, hoy, el líder religioso más expuesto en los medios de entre todos los demás. Con excepción de algunos, a la gran mayoría de ellos ni siquiera se les conoce, en tanto no hay día sin que se sepa cuanto el Papa hace y dice gracias a los servicios vía internet, prensa, radio, televisión y redes sociales que le son propios, además de los medios en que repercuten.
La labor de informar y comunicar se cumple puntualmente, sí, pero conlleva un riesgo para la figura de la Iglesia y del Romano Pontífice, que podría ir de la mano de una estrategia de imagen que parece haberse implementado a partir del 25 de junio de 2012 con el arribo de Greg Burke para desempeñarse como Consultor para la Comunicación de la Secretaría de Estado de la Santa Sede.
Greg Burke es un laico Numerario del Opus Dei que nació en los Estados Unidos en 1960 y que ha sido corresponsal de la cadena Fox News y del periódico Times. Al momento de presentarlo, el Padre Federico Lombardi expresó: “Esta nueva figura tendrá la finalidad de contribuir a integrar la atención a las cuestiones de comunicación en el trabajo de la Secretaría de Estado y a cuidar la relación con la Sala de Prensa y demás instituciones comunicacionales de la Santa Sede”. En otras palabras, era necesario que Burke se avezara Ad Intram la Curia Romana.
Por su parte, el periodista norteamericano comentó al diario Corriere della Sera: “Espero poder echar una mano para que la antigua máquina comunicativa pueda dar algún paso adelante” y explicó que “todo lo que la Curia dice y hace, quizá en latín, o en inglés clásico, va hoy hacia un mundo que habla el inglés de internet”. También se informó que “Burke trabajará, con un despacho dentro de la Secretaría de Estado, en estrecha coordinación con el director de la Sala de Prensa vaticana, Padre Lombardi, y con los otros medios de comunicación vaticanos”. En otras palabras, era necesario que Burke conociera Ad Intram el aparato informativo de la Santa Sede y que fuese preparado por el Padre Lombardi para sucederlo a futuro.
Tres años después, el 27 de junio de 2015, mediante un Motu Proprio el papa Francisco instituyó la Secretaría para la Comunicación. Esta Carta Apostólica explica que se requiere un “replanteamiento del sistema de información de la Santa Sede y una reorganización que, valorando lo realizado en la historia del ámbito de la comunicación de la Sede apostólica, proceda con firmeza hacia una integración”, pues así “el sistema de comunicación de la Santa Sede responderá cada vez mejor a las exigencias de la misión de la Iglesia”.
En la flamante Secretaría para la Comunicación confluyen todas las instancias del aparato informativo apostólico: Consejo pontificio para las comunicaciones sociales, Oficina de prensa de la Santa Sede, Servicio Internet del Vaticano, Radio Vaticana, Centro televisivo Vaticano, L’Osservatore Romano, Tipografía vaticana, Servicio fotográfico y Librería Editora Vaticana.
Al cabo de tres años y medio -en los que hubo Cónclave de elección y relevo en la Sede Apostólica con la elección de Francisco- el 21 de diciembre de 2015 el Papa nombró a Greg Burke subdirector de la Oficina de Prensa, en cercanía a suceder al Padre Lombardi en el cargo. El 1 de enero de 2016 quedaron unificados el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales y la Oficina de Prensa de la Santa Sede, mientras tanto, avanza la unificación de Radio Vaticana y del Centro Televisivo Vaticano. El 22 de febrero de 2016, la Secretaría para la Comunicación informó de un inminente “término del servicio en la Radio Vaticano del Director General, el Padre Federico Lombardi y del Director Administrativo Alberto Gasbarri”.
La estrategia mediática que parece haberse implementado para la figura del Romano Pontífice a partir de 2012, consistiría en tratar a la imagen del Papa como si fuese un producto que se coloca en el mercado profusamente y con el objetivo de agradar a todos los consumidores. Lo delicado de este tipo de estrategias de promoción es que el producto, tarde que temprano, se desgasta en el mercado y se abarata.
El problema, verdaderamente serio y delicado, es que esta estrategia de imagen -que tendría como punta de lanza a la persona del Papa para agradarle a todos- tras de sí arrastraría a la Iglesia como segundo producto a promover y posicionar, con dos graves riesgos: el abaratamiento del Papa y el abaratamiento de la Iglesia.
Si puedo elegir, prefiero el modo anterior…