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¿Fuerte ante los débiles y débil ante los fuertes?

Es fácil condenar la corrupción, porque nadie públicamente la aceptaría. Es difícil condenar el aborto, porque muchos se han rendido o incluso defienden este crimen como algo “bueno”.

En un mundo donde importantes medios de comunicación dominan e imponen ideas según las directrices que reciben, ir contracorriente resulta sumamente difícil y peligroso.

Porque es fácil ser fuerte con los débiles y atacar lo que los medios atacan. Pero es sumamente difícil, incluso heroico, enfrentarse a las ideas dominantes y criticar todo aquello que vaya contra la verdad y la justicia.

Es de cobardes ser débiles ante los fuertes, ante los dominadores de este mundo. Es de valientes mirar de frente al mal y denunciarlo proféticamente, pase lo que pase. Más vale morir derrotados ante el mundo que someterse como esclavos a los promotores de la injusticia.

La valentía surge cuando reconocemos que la vida solo tiene sentido pleno cuando la empleamos en causas grandes. De nada sirve tirar adelante en la mediocridad, cuando tenemos la posibilidad de pensar rectamente y escoger ese bien que hace bella la existencia humana.

Cuando rompamos nuestros miedos, cuando salgamos de la burbuja de sociedades anestesiadas y mediocres, seremos capaces de levantar banderas a favor de los más débiles: los hijos antes de nacer, los ancianos abandonados, los jóvenes esclavizados por vicios promovidos por tantas sociedades erráticas.

Entonces empezaremos a ser fuertes frente a los fuertes, y cercanos y compasivos ante los débiles. Lucharemos contra el mal que esclaviza y destruye, y promoveremos el bien que conduce a la justicia desde la verdad y el amor.