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El corazón del Evangelio

Está muy clara la intención del Papa Francisco en la introducción a su exhortación apostólica El Gozo del Evangelio: “En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa de la evangelización marcada por la alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (EG 1). Queda claro: El documento nos marca los caminos para la marcha de la Iglesia en el futuro. No se trata de un texto que se lee y se guarda en el librero, sino de una guía pastoral operativa que se estudia y aplica para el caminar del futuro inmediato de la Iglesia. Los otros documentos pontificios tocarán aspectos parciales, si bien importantes, en este itinerario pastoral. Aquí está el camino a seguir.

En el capítulo tercero, el Papa nos indica y subraya la importancia del modo de comunicar el mensaje, asunto urgente pues la abundancia y velocidad de las comunicaciones desvirtúan, relativizan y reducen los contenidos a temas secundarios. Un mensaje descontextualizado es un mensaje deformado. Esto sucede a cada paso en asuntos de la fe y sobre todo de la moral cristiana. El rostro hermoso y atractivo de Jesucristo aparece deformado y caricaturizado ante el mundo, como en el pretorio de Pilato. Por eso, el Obispo de Roma nos propone:

1°. Concentrarse en lo esencial. El anuncio evangelizador no debe perderse en generalidades y asuntos secundarios, sino concentrarse en lo esencial, en lo más bello, lo más grande, lo más atrayente, y que coincide con lo más necesario, del Evangelio. Es lo que llamamos el kerigma. El anuncio gozoso y vigoroso del amor de Dios manifestado en Cristo muerto por nuestros pecados y resucitados para hacernos hijos de Dios. Todas las demás verdades de aquí toman su fuerza y su esplendor. Después se ordenan según una jerarquía de verdades, que la prudencia del pastor debe aquilatar y respetar. El Evangelio hay que decirlo todo, pero a su tiempo, en dosis y según las necesidades, partiendo de lo central. Comenta el Papa: “Esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia e incluso para la enseñanza moral”.

2°. También hay una jerarquía de virtudes. Aquí todo parte “de la fe que se hace activa en la caridad” (Ga 5,6). La fe y las obras son una pareja inseparable en el Evangelio, y que Jesús llamó su Mandamiento o el Mandamiento nuevo, que no es uno más, sino que “la principalidad de la ley nueva está en la gracia del Espíritu Santo, que se manifiesta en la fe por las obras del amor”, según explica santo Tomás de Aquino. Después, el Santo completa así: “En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella corresponde volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia”. Allí resplandece su omnipotencia.

3°. Es necesario guardar una adecuada proporción entre las verdades y virtudes predicadas y la necesaria mutua relación e integración entre ellas. Predicaciones repetitivas, parciales, ideologizadas, al gusto siempre discutible del predicador y ajenas al interés de la comunidad, quedan proscritas.

4°. Ningún proselitismo es cristiano. “El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos” (n. 39). Estos principios los aplica el Papa en su Exhortación sobre La Alegría del Amor, que debemos conocer y atender para entender.

+ Mario De Gasperín Gasperín