El hombre naturalmente es religioso, según la sentencia de Cicerón. El experimentar la contingencialidad, de ser o no ser, puede llevar a la búsqueda de algo que explique esa sentido de fragilidad. Lo religioso comporta una actitud, un modo de estar en la realidad. Ese sentimiento de la propia contingencia lleva a la conciencia de dependencia de un ser superior. Se busca la salvación y una plena realización. De lo profano se pasa a lo sagrado como objetivo-ontológico: un nuevo orden, ámbito nuevo de realidad en el espacio, en el tiempo, en las cosas, etc. Lo religioso es de carácter existencial, subjetivo, antropológico. Implica sentimiento, actitud y conducta. Los elementos esenciales de lo sagrado comportan, por una parte, la ruptura de nivel; se pasa de lo caduco-profano a lo perenne y , por otra, a la realidad por excelencia-lo sagrado. El hombre más religioso estaría más inmerso en lo real, lo contrario, en la inseguridad.
Ya Mircea Elíade nos señala que “la sed de lo sagrado no es otra cosa que la nostalgia del ser que padece el hombre.” De esta visión sumaria de la filosofía de la religión, podemos explicar la experiencia religiosa y el abanico de religiones en diversos espacios y tiempos. Una Historia de las Religiones o una visión comprada de ellas, nos darán cuentea de esto. En suma, es el hombre que busca a Dios y lo puede encontrar en esos caminos. Este es un modo de experiencia religiosa en el predominio inmanente de lo humano, sin negar algún toque divino; ya decía Santo Tomás que una verdad aunque venga del paganismo, procede del Espíritu Santo. Son las semillas del Verbo de los Padres de la Iglesia. Pero si Dios sale al encuentro del hombre, entonces las perspectivas cambian.
De aquí el hecho del Cristianismo que afirma la entrada de Dios en la Historia, y su Acontecimiento central, Jesucristo. En el espacio de más de dos mil años, se ha dado en personas y comunidades esa experiencia religiosa cristiana con todos los matices que se quieran y se puedan detallar en un estudio pormenorizado. Me limito a la experiencia cristiana y católica. Tanto en tiempos de San Juan de la Cruz, siglo xvi, como en tiempos posteriores, se dio el fenómeno de los “alumbrados” quienes se decía o decían que eran experiencias místicas, por cierto, muy disparatadas. San Juan Pablo II, como estudiante en el Angelicum de Roma hizo su tesis doctoral sobre “La fe en San Juan de la Cruz”, publicada en castellano por la BAC minor.
El punto central, para nuestro objeto, según la experiencia mística auténtica ha de estar vinculada con la fe de la Iglesia. Si Jesús señala:”Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan pues y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”(Mt 28, 17-20). La palabra clave de este texto es exousía-poder-autoridad. Una potestad que se trasmite del Padre al Hijo en virtud de su muerte y resurrección a los Apóstoles; en la práctica de la Iglesia apostólica como aparece en libro de los Hechos, por la imposición de las manos se da la potestad y el envío con autoridad; se conserva hasta nuestros días en la oración ordenación de los obispos y de los presbíteros.
También vale la pena recordar el texto de Jn 10,18 de la que llamamos la Oración Sacerdotal de Jesús: “Como tú me enviaste al mundo,- Padre-, así también yo los envío al mundo”. Así se entiende en el Evangelio de san Juan la vida de Cristo como envío y misión del Padre, su legado. Entonces es importante el carisma de la potestad; conlleva el discernimiento. Este en la Iglesia Católica es propio de su Jerarquía, del Papa y de los Obispos en comunión con el Papa, en quienes pervive la misión de los Apóstoles, como consta a nivel histórico, la sucesión.
La experiencia religiosa, diríamos, no momentánea y fugaz, que puede ser, sino hasta cierto punto estable por el paso de la etapa purificativa, a la iluminativa, cuando Dios se entrega a raudales de luz y consolación en el interior, hasta la unitiva, cuando se vive sumergido en el misterio de Dios, conociendo y amando como El conoce y ama en una identidad y comunión de seres, como el agua del cielo se une con el agua del mar. Identidad y diferencia. Gozo a lo divino, en la tierra. Esta experiencia es fruto de la purificación del corazón, de la oración, de la cruz, de la misericordia, de la comunión con María Santísima y con la santa Iglesia.