El próximo domingo 19 de junio se celebra en nuestra patria, México, el Día del padre.
Felicidades, papás, por el don de la vida, que ha transformado y enriquecido la conyugalidad en paternidad-maternidad.
Celebrar el Día del padre nos remite inmediatamente al Día de la madre. No deberían separarse. Los hijos son fruto de ese amor mutuo.
Todos somos hijos. Pues bien, felicito también a los hijos que han tenido la dicha de contar en su vida con la cercanía de un padre.
Sin embargo, por desgracia, es muy frecuente la experiencia de la ausencia del padre en la familia y el hogar, hecho que acarrea graves consecuencias en la mujer y los hijos.
Padres ausentes: recapaciten, acérquense a su esposa y sus hijos. Amenlos y que ellos lo sientan. Retomen una presencia significativa. Es muy noble pedir perdón y recomenzar con esperanza una nueva vida en la familia. Nunca es tarde. No pierdan la esperanza.
Padres presentes: incrementen su presencia, su calidez, su ternura, su misericordia. En este Año de la Misericordia, ejerciten el ser “misericordiosos como el Padre”.
Propongámonos crecer en el amor al interno de la familia, en la doble dirección de recibirlo y darlo. Con apertura y generosidad.
Más todavía, vale la pena consagrar a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, el propio matrimonio y la propia familia, orando también por los demás matrimonios y familias que les rodean.