Ella quedó embarazada por violación. Su duda estaba en qué escoger, si quedarse con el bebé o darlo en adopción. Para nada pensó en el aborto como una opción, aunque esta decisión, sobre todo tras contar su historia, la habría colocado ante muchos como una heroína.
Efectivamente, ella no quiso seguir el criterio de “si la mujer fue violada, ¡debe poder decidir!”. O más bien sí debe poder decidir, expresa ella misma, “pero no sobre si el bebé debe vivir o no, sino si quiere esta tremenda bendición en su vida, o le gustaría bendecir a otra familia con tan precioso regalo.”
Ella había guardado esto en secreto, sólo lo sabían otras tres personas: dos amigas suyas y el agresor. Pero ha decidido hablar, y qué bueno porque su testimonio es admirable.
Se llama Libbie Peters y vive en Texas. Reconoce que “este precioso bebé fue el resultado de una circunstancia horrible y aterradora, pero este bebé no era culpable de eso. Yo sabía –dice ella- que, independientemente de mi decisión, mi oportunidad de vida iba a cambiar […] así que aquí estoy, en voz alta y orgullosa: quiero que la gente sepa que esta víctima superviviente dejará de estar en silencio. Estoy aquí diciéndole a los que nunca han pasado por algo como esto, que el aborto no es un derecho de la mujer. La vida es un derecho de cada ser humano (incluyendo a los humanos no nacidos) […], varón o mujer, homosexuales o transexuales, ellos merecen su oportunidad de decidir.”
Y continúa Libbie Peters su testimonio valiente, muy humano y edificante a la vez: “Aquí estoy, un año y medio más tarde, horriblemente estresada, constantemente cansada […] pero nunca me arrepentiré de mi decisión de elegir dar vida a este precioso ángel. Una pequeña sonrisa y me recuerda que siempre sale el sol […] Estoy feliz de saber que ella y yo tenemos el derecho a decidir, pero estoy contenta de haber elegido la vida.”
Me alegro y felicito a Libbie Peters por esta decisión. Ella se reconoce católica y supongo que su fe profundamente vivida la sostuvo para llevar a cabo esta elección. Animo a todas las mujeres que han sufrido una situación semejante, de embarazo por violación, a que acojan esta nueva vida humana, que no tiene la culpa de la forma en cómo ha venido al mundo. Que ustedes, mamás inesperadas, acojan este “ángel precioso que Dios ha permitido llegue a su vida.” Y a todas las personas que estén cerca de una mujer embarazada por violación, sean también acogedoras y estén dispuestas a ayudar en el desarrollo amoroso de la nueva criatura que se está gestando. No se pregunten por qué ha sucedido así y queriendo cancelar ese pasado; vean más bien hacia el futuro, para qué asumir la maternidad y acoger esta nueva vida.
Y a los violadores: recapaciten y reorienten su masculinidad, no mediante el machismo que aplasta, sino con la respetuosa y valiente hombría que ayuda a gestar y educar al hijo que han engendrado.