Los únicos que pueden hacer exorcismos sin necesidad de consultarlo con alguien son los Obispos de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Ni los pastores, ni los laicos pueden hacerlos. Algunos de los sacerdotes pueden hacerlos, no todos. Para poder hacerlo necesitan el permiso, o la delegación de su Obispo.
En la Biblia en Mateo 10, 1 dice: “Jesús llamó a sus doce discípulos, y les dio autoridad para expulsar a los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias”. En la actualidad los Obispos son los representantes de los Apóstoles. La Iglesia Católica es la única que desciende desde los apóstoles. Los Apóstoles escogieron a los que iban a ser diáconos. En los Hechos 6, 1 – 6, dice que se reunieron los 12 apóstoles y les dijeron a los seguidores que ellos ya no se podían ocupar de todo, así que escogieran a unos de entre ellos para que les ayudaran. Es la Iglesia que Cristo fundó.
Escogieron a 7 y los llevaron ante los apóstoles y les impusieron las manos. Los sacerdotes en la actualidad son ordenados por los Obispos, y éstos les dan la facultad para poder hacer exorcismos a algunos de ellos. Si el Obispo no lo delega, no podrán hacer más que una oración de liberación.
El exorcismo es el acto de echar o sacar demonios, o espíritus malignos fuera de las personas, sitios u objetos que son supuestamente poseídos o plagados por ellos, o que son susceptibles de llegar a ser víctimas o instrumentos de su malicia.
El exorcista, debe ser un Obispo o un sacerdote por el obispo delegado, y este debe ser “una persona de fe profunda, de buena conducta, sensata, de buen juicio, equilibrada, de buen testimonio, porque así lo manda la Iglesia a la hora de elegir a un sacerdote”. Dice el derecho canónico en su número 1172 § 1. Sin licencia peculiar y expresa del Ordinario (Obispo) del lugar, nadie puede realizar legítimamente exorcismos sobre los posesos. § 2. El Ordinario (Obispo) del lugar concederá esta licencia solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida.
El catecismo de la Iglesia Católica dice en su número 1673: Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. En el mismo número del catecismo dice que hay dos tipos de exorcismos, el de forma simple que lugar en la celebración del Bautismo y el otro exorcismo llamado solemne o «el gran exorcismo» que sólo puede ser practicado por un obispo o por sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia.
En el libro de los Hechos 19, 13 – 20, se habla de siete hijos de un sacerdote judío que se dedicaban a expulsar demonios en nombre de Jesucristo, pero en cierta ocasión el espíritu maligno los enfrentó y les dijo que no los conocía, que conocía a Jesucristo, a Pablo pero a ellos no les conocía y les dio tremenda golpiza que hasta desnudos los dejó y salieron corriendo. Después dice que mucha gente que vieron el suceso, confesaron que practicaban la brujería y quemaron los libros que usaban. En este caso, los que andaban expulsando demonios no habían sido delegados por el Apóstol y recibieron tremendo susto. En el catecismo dice en su número 395: El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero «nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8,28).
Las oraciones de liberación las pueden hacer todos los Obispos, sacerdotes y hasta laicos. Una oración de liberación no es igual que un exorcismo. Exponerse a un exorcismo sin las debidas licencias es colocarse en un estado muy frágil donde los demonios pueden hacer presa a alguna de las almas.
Hasta la próxima.