Home > Análisis > Perfeccionar el amor

Perfeccionar el amor

El amor en el matrimonio es siempre un camino de descubrimiento. La escasa experiencia que se adquiere durante el tiempo del noviazgo, más o menos largo, puede resultar insuficiente para poder afrontar los retos de una vida en común. Es cierto que el amor es lo primero que impulsa a dar ese paso, pero no hay que olvidar que si ese amor es mera atracción física puede sufrir una crisis, y hay que estar preparados para no olvidar “la decisión consciente y libre de pertenecerse y de amarse hasta el fin” (Papa Francisco, en “La alegría del amor”).

Los casados han de ser conscientes de que el “SÍ, QUIERO” equivale a decir que se van a esforzar en amarse siempre, superando crisis, dificultades y desencantos, y adquiriendo los conocimientos y la  formación necesarios para  madurar en esa vida que han empezado juntos, sin sorprenderse de que el cónyuge tenga defectos y de que su aspecto físico tenga que cambiar. El diálogo entre ellos es un buen resorte para conocerse mejor y para afianzarse en el proyecto de vida que  tienen que sacar adelante. Y para conseguirlo hay que trabajarlo. Sin esfuerzo no es posible alcanzar nada.

El Papa, en el documento antes citado, recomienda “el himno de la caridad” escrito por San Pablo: El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza de la verdad. Todo lo disculpa todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. ¡Y está redactado para el hombre, no para los hipopótamos! ¡Y además el Papa añade que es un texto escrito para intentar su aplicación a la existencia concreta de -cada familia-. No está dirigido a  familias imaginarias.

Por lo tanto, todo lo que sea flojera,  pereza, desgana, vagancia, gandulería, etc., habría que convertirlo en manojos de alfalfa para que se los comieran los conejos. Los antivalores no son para aplaudirlos sino para luchar contra ellos. Cuando en una familia se sabe distinguir lo positivo del esfuerzo, frente a la desidia del conformismo, “allí es difícil fingir y mentir, no podemos mostrar una máscara. Si el amor anima esa autenticidad, el Señor reina allí con su gozo y su paz.” (Papa Francisco. Del mismo documento).

Singular es el capítulo dedicado a la educación de los hijos. Muy acertada es la expresión del Papa en este documento cuando afirma que la madurez que queremos para nuestros hijos no está contenida en su código genético. Los valores como la prudencia, el buen juicio y la sensatez, dependerán de la educación de la libertad que le hayan dado sus educadores, principalmente los padres. Estos necesitan interesarse en qué clase de entretenimiento o diversión proporcionan a sus hijos desde pequeños, para evitar una “nociva invasión” en su propia casa a través de pantallas, sin una vigilancia sana, abandonándolos a situaciones con riesgo de imitar al “héroe” que se les presenta. Insiste el Papa en que “una formación ética eficaz implica mostrarle a la persona hasta qué punto le conviene a ella misma obrar el bien. Es necesario desarrollar hábitos. Habituarles a decir “por favor”, “permiso”, “gracias”. La libertad es algo grandioso, pero podemos echarla a perder…”

“La alegría del amor”, una gran Exhortación clara y exigente, de gran ayuda para todos aquellos que quieran aprovechar, con máxima nota, su elección de vivir con perfección el amor conyugal