Muchos de nuestros hermanos protestantes y evangelistas acusan a los católicos de “adorar imágenes”. Ante esta manifestación y argumentación equívoca, repetitiva y sin cimientos, la respuesta a si los católicos adoramos imágenes es un rotundo no. Es desconocimiento o mala intención decir lo contrario, puesto a que los católicos adoramos sólo a Dios.
A Dios, por ser el Supremo Señor de todo lo creado, le rendimos culto de adoración llamado LATRÍA.Y a la Virgen, en cambio por su grandeza la veneramos con un culto especial llamado HIPERDULÍA.
Culto: Es la reverencia que damos a Dios, a la Virgen y a los santos por el honor que merecen. Existen tres clases de cultos, por razón de la distinta dignidad de aquellos a quienes se ordena nuestra reverencia, estos son de latría, dulía e hiperdulía.
Latría: O Adoración, culto que solo se debe a Dios, como soberano Señor y por tener la excelencia absoluta e infinita.
Dulía: Veneración que se hace a los Ángeles y Santos por la excelencia de sus virtudes.
Hiperdulía: o Veneración suprema, es el culto que se hace a la Santísima Virgen en razón de su eminente dignidad de ser la Madre de Dios.
En la Biblia el libro del éxodo u otros donde aparentemente se prohíbe tener imágenes no se está refiriendo a cualquier tipo de imágenes, sino a los ídolos.
Aquí está el tremendo error de muchas sectas religiosas que creen que una imagen es lo mismo que un ídolo y eso no es así.
Hay una gran diferencia entre una imagen y un ídolo. Una imagen es cualquier tipo de estatua o fotografía que representa a alguien o algo, mientras que un ídolo es un falso dios que intenta ponerse en el lugar de Dios.
Una persona podría tener una fotografía de un familiar o ser querido que esté lejos y podría observar la foto e incluso hasta besarla, pero por el cariño y afecto que siente por la persona que representa la imagen, no por la misma imagen en sí y eso no tiene nada de malo, no dejaremos de adorar a Dios por eso ni significa que adores a un falso dios ni ídolo, todo lo contrario el amor al prójimo es algo bueno. Nuestro Señor Jesucristo dice a sus discípulos: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 13, 34).
Santo Tomás de Aquino explica en su Summa Teológica:
El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que es imagen. (Summa theologiae, II-II, 81, 3, ad 3.)
Dios mismo Nuestro Señor manda construir imágenes: “No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso” (Ex. 20, 3-5). Si tener imágenes en casa o en la Iglesia fuese malo, Dios no habría mandado hacer imágenes. Sin embargo, Dios le manda a Moisés: Harás igualmente dos querubines de oro; los harás de oro labrado a martillo, en los dos extremos del propiciatorio. (Ex. 25, 18).
Los Israelitas eran una minoría rodeada por pueblos idólatras. Dios quiso protegerlos de esas prácticas pero ellos frecuentemente caían. Los profetas, especialmente Oseas, Jeremías y Ezequiel hablaron en nombre de Dios para prohibir la idolatría y se llevaron a cabo muchas reformas para purificar las malas prácticas (cf. 2 R 23: 4-14).
Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento, Dios ordenó o permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado.
Ejemplos de imágenes permitidas por Dios en el AT:
La serpiente de bronce (cf. Nm 21,4-9; Sb 16,5-14; Jn 3,14-15)
Durante una plaga de serpientes El envió a castigar a los malvados israelitas, Dios le dijo a Moisés: «haz una serpiente como esas y ponla en el asta de una bandera. Cuando alguien sea mordido por una serpiente, mire hacia la serpiente del asta, y se salvará» (Núm. 21, 8-9).
El hecho de que uno debía mirar una estatua de bronce de una serpiente para ser sanado muestra que las estatuas podían ser usadas ritualmente y no meramente como decoraciones religiosas.
Querubines, bueyes y otras imágenes en el Templo:
Dios ordena poner grandes estatuas de querubines junto al Arca de la Alianza. Estas obviamente no eran para idolatría sino como símbolo de la adoración de los ángeles invisibles allí presentes. Inspiraban temor de Dios.
«Harás, además, dos querubines de oro macizo; los harás en los dos extremos del propiciatorio: haz el primer querubín en un extremo y el segundo en el otro. Los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio, en sus dos extremos. Estarán con las alas extendidas por encima, cubriendo con ellas el propiciatorio, uno frente al otro, con las caras vueltas hacia el propiciatorio.» Ex 25, 18-20
«En el interior de la sala del Santo de los Santos hizo dos querubines, de obra esculpida, que revistió de oro».
-II Crónicas 3,10
También en las paredes del Templo:
«Revistió la Sala Grande de madera de ciprés y la recubrió de oro fino, haciendo esculpir en ella palmas y cadenillas» II Crónicas 3:5
«esculpió querubines sobre las paredes». II Crónicas 3,7
«Debajo del borde había en todo el contorno unas como figuras de bueyes, diez por cada codo, colocadas en dos órdenes, fundidas en una sola masa. Se apoyaba sobre doce bueyes; tres mirando al norte, tres mirando al oeste, tres mirando al sur y tres mirando al este. El Mar estaba sobre ellos, quedando sus partes traseras hacia
el interior. -II Crónicas 4,3-4
«Las dos columnas; las molduras de los capiteles que coronaban las columnas; los dos trenzados para cubrir las dos molduras de los capiteles que estaban sobre las columnas; las cuatrocientas granadas para cada trenzado» -II Crónicas 4,12.
Obviamente estas imágenes no eran idolátricas sino símbolos que inspiraban al culto al verdadero Dios creador de todas las cosas.
En conclusión y sin dejar dudas, los católicos no adoramos imágenes, solamente a Dios y brindamos veneración a los ángeles y santos por la excelencia de sus virtudes y a la Santísima Virgen María veneración suprema en razón de su eminente dignidad de ser la Madre de Dios.
Desde los tiempos de los Apóstoles, la Iglesia Católica ha condenado clara y consistentemente al pecado de idolatría. La Iglesia primitiva de los primeros Padres nos advierte contra este pecado, y los concilios de la Iglesia también se ocuparon de este tema.
«La vida humana encuentra su unidad en la adoración de un solo Dios. El mandamiento de adorar sólo a Dios integra al hombre y lo salva de una desintegración sin fin”. l