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La Conferencia del Episcopado Mexicano

La Conferencia del Episcopado es la institución que agrupa a todos los obispos de México. Allí analizan la situación religiosa del país y proyectan de común acuerdo algunas líneas de acción pastoral. Aunque autónomos en sus propias diócesis, los obispos suelen organizarse por regiones pastorales y provincias y luego, dos veces al año, compartir sus experiencias e inquietudes. Detectan así los desafíos comunes y buscan soluciones homogéneas. Los anima y mueve el afecto fraterno, la comunión eclesial y el servicio pastoral.

Acaba de celebrarse la Asamblea Plenaria CII. Su presidente, el Señor Cardenal Francisco Robles Ortega, expresó así su propósito: “Con mirada profunda y amplia trataremos de elaborar y vislumbrar con esperanza un nuevo horizonte que proyecte nuestra labor pastoral hacia el año 2031”. Como podemos ver, se trata de un proyecto de largo alcance y en profundidad, como el realizado en el año 2000 intitulado “Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos”. Este proyecto inspiró la acción pastoral del inicio del Nuevo Milenio y tuvo repercusión latinoamericana en el Documento de Aparecida. A las diócesis llegó mediante los planes pastorales diocesanos. El señor Cardenal explica así dicho proyecto en su Mensaje: “Responde a la visita del Papa Francisco a nuestro país que nos ha pedido a nosotros los obispos…, “un proyecto pastoral serio y cualificado” que responda a los desafíos de la Iglesia en México; dicho proyecto estará enmarcado en la celebración del V Centenario de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe y apuntando hacia el segundo milenio de nuestra Redención”.

Los desafíos más a la vista serían el aumento en la venta y consumo de estupefacientes, la reforma de la ley NOM-046 que permite a las mujeres acudir a la práctica del aborto por violación basado sólo en un testimonio simple de decir verdad; la propuesta presidencial del llamado ”matrimonio igualitario”; la aparición del divorcio express; la modificación del código civil para facilitar la adopción como derecho de los adultos desconociendo el derecho de los niños y de la familia, y la propuesta de llevar la ideología de género al corazón de la educación familiar. A estos desafíos se añaden los ancestrales y trágicos como la pobreza, la educación deficiente, la violencia galopante, el dolor y desamparo de las familias, todo esto envuelto en la capa del deterioro social llamado impunidad y corrupción. Campea el menosprecio de la dignidad de las personas y familias.

Si a estos hechos añadimos las recientes “sorpresas” por las reacciones populares inesperadas ante las expectativas de sus propios gobernantes defectuosamente informados y desorientados por las encuestas, estadísticas y cálculos de analistas políticos y periodistas, vemos que la problemática presagia cambios profundos, insospechados y difícilmente manejables. Crece el temor ante el futuro incierto. A esta situación llamaron los Obispos en Aparecida “cambio de época”, que sería un cambio cultural profundo y amplio, provocado por la esclerosis de la cultura moderna incapaz de fecundar acciones vitales generadoras de mejores condiciones de vida y de esperanza. “Si algo es propio de este nuevo momento de emergencia antropológica –dice el señor Cardenal-, es precisamente su ambivalencia, su difícil discernimiento, la multiplicidad de valores, preguntas e inquietudes, muchas veces legítimos y verdaderos, pero desarticulados, desorientados, como expectantes de una adecuada integración”.

No olvidemos: Salvar es integrar y Jesucristo es el Salvador. La Iglesia es el lugar donde opera Jesucristo, quien con su Mensaje y al soplo del Espíritu, “hace nuevas todas las cosas”. Santa María de Guadalupe, al posar su planta en nuestro suelo, nos enseñó a caminar de la mano de Jesucristo en nuestra historia.

Mario De Gasperín Gasperín