Es verdad que hay mucho más bien que mal en el mundo, y que lo bueno cuenta y que cuenta mucho. Ciertamente, el bien cuenta muchísimo más que el mal. Por eso el bien no suele ser noticia y el mal, como estridencia de la normalidad, es comentario cotidiano. Pero el mal es noticia que no sólo también cuenta, sino que suma y se multiplica a tal grado que llegamos a acostumbrarnos a él. Se nos olvida el número de muertos, la cantidad de secuestros, la abundancia de violaciones, de trata de personas y de robos cometidos al por mayor. El mal va tomando el lugar de la normalidad y el corazón se nos va entumeciendo, hasta decirnos con Caín: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Y Caín, dice san Juan, “mató a su hermano porque era del Maligno”.
El Maligno es el Demonio, Satanás. ¿Qué papel está jugando entre nosotros Satanás? Como “príncipe de las tinieblas” trabaja en lo oscurito y disfrazado. El Papa Francisco nos lo ha advertido varias veces con toda claridad: Nos está cobrando la factura por habernos traído la Virgen de Guadalupe en su seno a Jesucristo. Es la guerra. Piense en los abortos. Dijo la santa Madre Teresa de Calcuta al recibir el premio Nobel de la paz: “Si una madre puede asesinar a su propio hijo, en su propio seno, ¿qué nos puede impedir, a ustedes y a mí, el asesinarnos unos a otros?”. Si no se respeta la vida del inocente, no habrá paz. Desde allí tiene que comenzar la guerra contra el crimen superorganizado. En el Evangelio se encuentran confrontados el Reino de Dios, Jesucristo, y el Príncipe de este mundo. El Papa Francisco le llama la “mundanidad”, porque los poderosos de este mundo son sus aliados naturales. En la historia el misterio de la salvación corre parejas con el misterio de la iniquidad, y el hombre escoge por donde caminar. El triunfo del bien es indiscutible, pero la lucha arrecia en ciertos momentos de la historia.
Poco se habla hoy del “pecado original” y de sus consecuencias, pero es lo más actual y nefasto que ha sucedido a la humanidad. La historia humana es la historia de la rebelión del hombre contra Dios y de los crímenes del hombre contra su hermano, por creerse dios. Ha sustituido la fe por la técnica, la esperanza por el progreso, olvidándose de la caridad, del Amor.
Nada se comprende de la historia humana si no se parte de la presencia del pecado universal, principio hermenéutico cordialmente rechazado en la actualidad. Pero las potencias del mal, aunque vencidas, conservan su agresividad hasta la segunda venida de Cristo. Entonces será sometido el último enemigo de Dios, la muerte, producto originario del asesino de la humanidad, Satanás. Sucederá cuando Cristo resucitado envuelva al hombre y a la creación entera con su luz, y, en ella, veamos nuestra Luz.
Esta historia de salvación no puede dejar indiferente al hombre, cualquiera que éste sea, porque todo hombre y la creación entera están necesariamente implicados. La vida se merece en el compromiso cotidiano con la historia. Si esto vale para el pretendido progreso humano, más vale para al cristiano, porque lo lleva en su naturaleza, en su a-de-ene. Somos la Iglesia del Verbo de Dios encarnado-crucificado-resucitado, de un Dios comprometido en totalidad con la historia del hombre. Cristiano es aquel que se compromete de tal manera con la historia humana que es capaz de transformar, con la fuerza del Espíritu, la historia de pecado en historia de salvación.
Mario De Gasperín Gasperín