Por Nona Ellington
Mi madre era una devota Bautista del sur de EEUU y mi padre era un cristiano pleno, lleno de espíritu. Además, era pastor y solía viajar dando a conocer su ministerio a cualquier lugar donde era requerido.
Así que yo estaba dividida entre dos iglesias. Ambos eran muy piadosos, pero tenían diferentes visiones de la Biblia debido a sus profesiones de fe.
Recibí a Jesús como mi Salvador y fui bautizada a la edad de 12 años en la Iglesia Bautista aunque, en aquel momento, aún no entendía la importancia de la oración diaria y la lectura de la Palabra de Dios.
A los 13 años fui violada por un miembro de la familia de 15 años que robó mi virginidad. Tenía miedo, pues no había recibido ninguna educación sexual hasta el momento. Pensé de inmediato que estaría embarazada. Yo tenía miedo de contarlo porque el violador era de la familia y, como me había drogado con marihuana, estaba muy avergonzada por no haber podido defenderme del ataque.
Como resultado, me refugié en las drogas, el alcohol y busqué alternar con hombres mayores que yo. Después de un año, fui violada otra vez por un primo que era 10 años mayor que yo. Me llevó al bosque y me violó en su camioneta.
Desde ese momento sentí que exhibía un gran cartel que decía: «Viola a esta niña». Mi vida se volvió un lugar oscuro, sentía tanta vergüenza… No quería arruinar a mi familia que es lo que habría pasado si hubiese contado a alguien lo que había sucedido porque sabía que mi primo iría a la cárcel. Además, dudaba de que alguien creyera mi historia.
Me distancié de mis padres. Yo estaba muy involucrada en la iglesia a la que iba con mi madre, pero me acabé juntando con personas muy poco recomendables para salir a divertirme, entre ellos adictos a la marihuana. Incluso me expulsaron a los 14 años de la escuela privada cristiana a la que iba debido a mi comportamiento.
En el segundo año de preparatoria, entré en una escuela pública y pronto conocí a un muchacho con el que comencé a salir. Me llevó a la casa de su primo después de la escuela porque no había adultos en casa. Después de haber fumado marihuana que debió de mezclar con alguna droga, me encerró en la habitación de su primo y me violó.
Me dejó en la habitación devastada, y podía oírlo a él y a su primo riéndose al respecto de lo sucedido. Yo sólo quería salir de allí y regresar a casa, pero ni siquiera sabía dónde estaba, así que dependía del tipo que me violó para que me devolviera a mi casa.
Después de unas semanas, mi período no llegó. Llamé por teléfono a una de mis hermanas mayores para contarle mi situación y mi hermana me aconsejó que abortara. A los 15 años, ni siquiera sabía qué era un aborto. Mi madre oyó nuestra conversación, entró en la habitación y me arrebató el teléfono. Durante su conversación, mi hermana convenció a mi madre de que necesitaba abortar. No tengo ni idea de cómo logró esto, porque mi madre tenía 9 hijos y era, como ya he dicho, muy devota.
Tenía miedo, así que hice un «trato» con Dios: «Por favor, ayúdame a no estar embarazada, si no estoy embarazada, prometo no volver a tener sexo fuera del matrimonio».
Mi hermana me llevó a Planned Parenthood en Houston donde me hicieron una prueba de embarazo y confirmaron mi embarazo. Yo estaba en estado de shock. Me dijeron que en esta primera etapa de sólo cinco semanas, «eso» era sólo un trozo de tejido. También me dijeron que tenía que abortar, ya que yo era demasiado joven y todavía estaba en la escuela. No sabía qué preguntas hacer en cuanto a otras opciones. Todo lo que se discutió fue el aborto, y me mandaron a otra clínica para que me lo practicaran.
Estaba devastada. En la escuela se lo conté a todas mis amigas y todas me recomendaron un aborto. Todo el mundo me decía que realmente: «No es gran cosa, la gente lo hace todo el tiempo, especialmente si todavía están en la escuela».
Absolutamente nadie me sugirió que me quedara con el bebé o que lo diera en adopción. Sentía que el aborto era mi única opción y carecía completamente de educación sobre el embarazo.
Yo estaba llena de vergüenza y culpa, incluso antes del aborto.
Cuando le dije al tipo que me había violado que estaba embarazada y necesitaba dinero para un aborto, él negó ser el padre, lo que incrementó mi vergüenza. Sin embargo, bajo la presión de mi hermana, decidió pedir dinero en la escuela para poder costear el aborto y entregó a mi hermana un montón de billetes.
Alrededor de octubre de 1983, mi mamá y mi hermana me llevaron al centro de aborto. Mi padre nunca se enteró hasta más de 20 años después. Ni mi mamá ni yo éramos conscientes de lo que un aborto hace a un bebé o de lo que le supone a una mujer, pero ella sabía lo suficiente como para ocultárselo a mi papá.
Recuerdo es que mi madre estaba horrorizada después de darse cuenta de que había mujeres en la sala de espera con embarazos mucho más avanzados que el mío, y me dijo: «¿Qué están haciendo todas estas mujeres aquí? Parece que están a punto de parir».
Mi hermana llevó el papeleo, pero ni a mamá ni a mi hermana se les permitió entrar conmigo en la sala de “asesoramiento”. Una mujer mayor me advirtió que como yo era tan joven y tan pequeña, corría el riesgo de no ser capaz de tener hijos más adelante. Pero para mí, el matrimonio y los hijos estaban en un futuro muy lejano y como no me permitieron tener a mi madre junto a mí, no fui capaz de tomar una decisión informada .
Mirando atrás, creo que esta fue la primera señal que Dios me dio para no abortar. Realmente creo que, si mi madre hubiera estado en la habitación conmigo, no lo habría hecho.
Recuerdo también como yacía sobre una mesa de aborto dura y fría. Nunca me presentaron al médico. Sólo recuerdo que era un hombre. Cuando la enfermera me estaba preparando, podía oír la voz de mi madre en la puerta, preguntando: «¿Está mi hija ahí?». Luego le dijeron: «Señora, no puede entrar». Nunca hemos vuelto a hablar sobre lo ocurrido desde entonces, pero creo que mi mamá quería sacarme de allí y esa fue la segunda señal.
Me dijeron que centrara mi vista sobre un móvil para bebé colgando del techo. Ahora que lo recuerdo, me doy cuenta de lo sádico que esto fue.
Podía oír y sentir todo lo que me estaba sucediendo. Nunca había ido a un ginecólogo antes, y sentía que todo mi interior estaba siendo arrancado de mí. He oído decir que el aborto es como una violación, y es cierto, pero peor que la violación debido al nivel devastador de violencia que conlleva. La violencia y el dolor del aborto son más extremos en mi memoria que la violencia y el dolor de las violaciones.
Estaba sangrando profusamente cuando me fui. Mi madre y mi hermana me llevaron a un restaurante pero me desmayé porque estaba emocional y físicamente muy dañada. Después de eso, el aborto fue un tema tabú para ellas.
A partir de ahí, caí en las drogas, alcohol y promiscuidad. Yo estaba completamente vacía espiritualmente, rebelada completamente en contra de mi educación cristiana. Me sentía entumecida, sin ganas de vivir.
A medida que iba experimentando todos estos sentimientos, tratando de llenar este enorme vacío dentro de mí, comencé una relación muy abusiva con un muchacho y finalmente me casé con él a los 19 años.
El aborto realmente arruinó todas mis posibilidades de tener hijos. Sufrí 5 abortos involuntarios durante mi matrimonio de 18 años, lo que desencadenó el divorcio. Tres de estos abortos fueron embarazos ectópicos, que requirieron cirugía de emergencia y experiencias muy cercanas a la muerte. Yo añoraba tanto un bebé para tratar de suplir al que maté…
A los 32 años y debido a mi baja autoestima por las violaciones, el aborto, la vergüenza, el matrimonio abusivo, la pérdida de mis hijos y mi infertilidad, intenté suicidarme. La experiencia del aborto no hizo que la experiencia de la violación fuera mejor, sino que me llevó a un lugar mucho más oscuro, y ahora me doy cuenta de que había estado sufriendo de depresión clínica todos esos años.
Dios entonces comenzó a acercarme a Él a través de la música cristiana que escuchaba en la radio. Conforme el Señor me llenaba de Su Verdad, devolví mi corazón a Cristo, y la radio se convirtió en mi Iglesia. Incluso me comprometí a dejar de fumar.
Un día, en mi emisora de radio cristiana local, comenzaron lo que llamaron el “baby shower” más grande del mundo a favor de centros de apoyo para mujeres embarazadas. Oí a una mujer hablando de los centros, y supe que tenía que coger el teléfono, llamarla y ponerme a su disposición para poder decir a otras mujeres la verdad del aborto. Me di cuenta de que Dios había estado trabajando en mí para hacerme ver que muchos de los problemas en mi vida fueron causados por mi aborto.
Hasta ese momento, todavía me consideraba pro-elección, porque me sentía como si me hubieran obligado a tener un aborto y realmente no me habían dado otra opción.
Cuando visité el centro de apoyo para mujeres embarazadas en el centro de Houston, la directora me preguntó si alguna vez me habían practicado un aborto, y rompiendo mi silencio, le conté mi historia. Y me dijeron que para poder ser voluntaria en este centro tenía que participar en un taller de sanación después del aborto llamado «Belleza en lugar de cenizas». ¡Era tan alentador el escuchar que algo así existía!
Este taller me salvó la vida. Mi esposo abusivo no quería que participara y tampoco quería que fuera voluntaria en el centro. Fue una gran batalla volver al Señor, pero recibí mucha sanación a través de este taller. Tuve la oportunidad de bautizar a cada uno de mis seis bebés, y Dios me curó para poder ayudar a otras personas y cambiar mi vida.
Durante este tiempo, también había comenzado a asistir a la iglesia con mi papá. Como dije, él era evangelista, así que yo tenía miedo de contarle mi aborto.
Fue casi 20 años más tarde, mientras yo estaba participando en el estudio de sanación, cuando se lo conté. Se quedó muy aflijido por la noticia de haber perdido a un nieto. Me dijo: «Si hubiera sabido que iba a tener un nieto, yo mismo habría criado a ese bebé».
El aborto fue la decisión más egoísta que he tomado en toda mi vida. Afectó a todos en mi vida y causó devastación en mi mente, alma y cuerpo. Causó la pérdida de mis otros cinco bebés, mi infertilidad, y también estoy convencida de que me causó cáncer de mama a la edad de 45 años en 2014. Las investigaciones han demostrado que el aborto puede causar cáncer de mama especialmente cuando es practicado a temprana edad.
Hay sanación para corazones y vidas rotas después del aborto, a través del amor y perdón de Jesucristo. Su Cruz del Calvario elimina toda vergüenza, amargura, odio y pecado, sólo necesitamos creer y recibirlo en nuestro corazón.
Ruego que cualquiera que lea este testimonio que esté considerando el aborto para sí misma o para alguien más considere la posibilidad de buscar ayuda en un centro de apoyo para mujeres embarazadas donde le proporcionen información sobre todas sus opciones. Estoy convencida de que si alguien me hubiera llevado a un centro de apoyo para mujeres embarazadas, no hubiera abortado.
Quiero que todos sepan que el aborto no arregla la violación y que la experiencia del aborto es más perjudicial física y emocionalmente que la violación en si. Mi hijo tenía todo el derecho a la vida y yo haría cualquier cosa a mi alcance para tener a ese niño en mis brazos, o para haberlo entregado a una pareja amorosa que lo hubiese amado en lugar de haberlo matado…
BIO: Nona Lynn Ellington es conferenciante y escritora pro-vida, residente en Houston, Texas. Ejerce su ministerio en Eagles Restoration Ministries. Nona ahora es bloguera de Salvar El 1 (Save The 1)