En verano, el calor invita a aligerar la ropa y a elegir tejidos naturales frescos ( algodón, seda, lino…). Con la excusa del calor, se incrementan la falta de pudor, incluso en personas bautizadas pero que ignoran que su cuerpo “es templo del Espíritu Santo” (1Corintios, 6, 19).
Hay, también, quienes no saben de normas para entrar en el templo, lugar sagrado por excelencia, en donde la presencia del Señor es especial y el respeto debe ser máximo. En el Sagrario, mora, vivo, Jesucristo, Dios hecho Hombre, quien expulsó a los mercaderes del templo de Jerusalén, látigo en mano. Suyas son estas palabras: “Mi Casa es casa de oración”. La actitud de Jesús les hizo recordar, a sus discípulos, esta frase de las Sagradas Escrituras: “El celo de tu casa me consume” (Salmo 99, 9).
Decir que se puede entrar en la iglesia como se quiera porque “los tiempos han cambiado”, es una falacia. En las iglesias de nuestros hermanos ortodoxos, la exigencia del pudor es muy estricta. También, en el Vaticano, el recato es requisito para visitar la iglesia de San Pedro (prohibición de entrar con los brazos totalmente desnudos, pantalón corto o con minifalda); en 2010, la normativa, la extendió, la Santa Sede, a todo el Estado vaticano. En Barcelona, en la Catedral se puso vigilancia y carteles con indicación del código de decoro en la indumentaria. También se ven carteles alusivos en algunos templos de Valladolid: Basílica de la Gran Promesa, San Lorenzo y la catedral.
El Pudor o Modestia va de la mano de la virtud de la Castidad, y, sobre él, trata el Catecismo de la Iglesia Católica ( nº 2521 al 2526) y habló la Virgen en Fátima.
Josefa Romo