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El absurdo de la ideología de género

No es la primera vez que nos ocupamos en esta columna del tema de la ideología de género, que es uno de los que más preocupan al Papa Francisco y sobre los que se ha expresado con mayor contundencia, afirmando claramente que ese tipo de “colonizaciones ideológicas” son “un mal”.

El propio término “ideología” ya nos indica de qué estamos hablando. Una ideología es un esquema que intenta explicar un determinado punto de vista sobre el mundo a partir de ciertas simplificaciones -o tergiversaciones- que se realizan habitualmente con intenciones propagandísticas. No toda ideología es mala, pero sí lo es aquella que suplanta la realidad, la niega o la manipula para perturbar las conciencias y engañar a los incautos con fines que no se dirigen al bien común.

Este último es el caso de la ideología de género: un proyecto político promovido por ciertos grupos de poder que se basa en una mentira sobre la realidad de las relaciones humanas y sobre la identidad personal. Al respecto decía el Papa, clarividente, en 2015: “yo me pregunto si la así llamada teoría del género no será también expresión de una frustración y de una resignación, orientada a cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe cómo confrontarse con la misma. Sí, corremos el riesgo de dar un paso atrás. La remoción de la diferencia, en efecto, es el problema, no la solución.”

El problema es que no sabemos tratar con la diferencia, aceptarla y darle pleno derecho, dejar que llegue a todos los rincones de la sociedad, que sea amparada y querida. Porque esa diferencia no es sólo fisiológica, corporal, es sobre todo una manera distinta y complementaria de estar frente al mundo, de acoger los valores y desarrollarlos. Hombres y mujeres no deben negar su personalidad propia y distintiva sino aceptarla -la suya y la del otro- y dejar que se manifieste iluminando todos los espacios.

Dios creó al ser humano como hombre o mujer. No existe ninguna persona humana que no se dé en una modalidad sexuada y, por lo tanto, no podemos decir que la sexualidad sea algo accidental o menor. Es un elemento decisivo de la identidad de cada cual que se debe respetar y amar, sin que sea aceptable ningún tipo de discriminación o menosprecio.

Por Marcelo López Cambronero