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Preguntas no respondidas

Tiene su arte: saber torear una pregunta y, en vez de dar la respuesta, aprovechar cualquier ocasión para difundir las propias ideas.

Preguntan al político A si existe un plan para prevenir la falta de agua en varias zonas del país. Responde que el gobierno mantiene sus compromisos, como se ve en los arreglos de carreteras, y que está atento a las nuevas necesidades.

Preguntan al político B si su partido, en el caso de que ganase las elecciones, subiría los impuestos sobre la herencia. Responde que lo importante es atender las necesidades de las clases más desfavorecidas y buscar redistribuir la riqueza entre la población.

Preguntan al político C qué haría si se descubriera un nuevo escándalo en su grupo parlamentario. Responde con ataques al partido opositor, que estaría lleno de lodo hasta las cejas…

Lo curioso es que a personas como estas, no solo en el mundo de la política, se les sigue invitando una y otra vez a entrevistas, encuentros, conferencias, como si su competencia escurridiza y su habilidad para dejar no respondidas muchas preguntas fuese un triunfo a exhibir continuamente.

Gracias a Dios, hay políticos, y no políticos, que afrontan las preguntas serias y lo hacen de modo serio, que responden lo que saben y reconocen lo que no saben, y que toman nota de lo que necesitan estudiar para dar en el futuro respuestas adecuadas a cuestionamientos importantes.

En un mundo donde la imagen tiene un papel clave para el triunfo de personas con pocos conocimientos técnicos y con mucha habilidad sofística, da gusto encontrarse otras personas honestas, capaces de afrontar preguntas difíciles con naturalidad, sencillez, respeto, y con respuestas adecuadas.

P. Fernando Pascual