Home > Análisis > La Iglesia y los jóvenes

La Iglesia y los jóvenes

La transmisión de la Fe es uno de los elementos fundamentales del cristianismo, que tiene como misión llevar el Evangelio a las gentes de todos los rincones de la tierra. Hasta el siglo pasado los problemas más importantes que encontraba la evangelización eran los geográficos, porque había tierras lejanas o escondidas que todavía no habían conocido al Señor. Sin embargo, ahora nuestra principal preocupación es la comunicación de la Fe a las nuevas generaciones, que con frecuencia viven indiferentes a su vida espiritual y al mensaje de la Iglesia, a la que han abandonado como se deja un traje que ha pasado de moda, sin darle mayor importancia.

El próximo sínodo ordinario de los obispos, que tendrá lugar en octubre de este año, tratará el tema: “Los jóvenes, la Fe y el discernimiento vocacional” y abordará estas dificultades. Tal y como lo ha planteado el Papa el sínodo no va a consistir solamente en un diálogo entre los obispos, sino que también se le ha dado mucha trascendencia a escuchar a los chicos y chicas de todo el mundo que deseen aportar sus puntos de vista, opiniones o críticas. Llama la atención que en la carta que Francisco ha dirigido a los jóvenes recuerde un dato curioso de la regla de san Benito, que aconseja siempre consultar a los monjes de menor edad antes de tomar las decisiones más importantes, porque “a menudo el Señor revela la mejor solución al más joven”.

Lo cierto es que el avance de la secularización viene marcado por el rechazo al discurso de la Iglesia. Muchos adolescentes no sólo no creen, sino que no quieren ni pensar en ello. Prefieren la diversión inmediata, una existencia con el mayor número de cambios y de opciones posibles, que se aleje de la rutina y que sea “intensa”… y vale de poco que nos quejemos o que recordemos que nosotros no éramos así, porque ellos sí lo son y hemos de intentar quererlos y comprenderlos como son. Por eso es tan importante escucharles.

Hoy, más que nunca, hay que escuchar a los jóvenes y no agobiarlos con nuestras pretensiones, y no porque ellos no tengan mucho que aprender, sino porque nosotros también tenemos que aprender mucho sobre lo que ellos anhelan antes de mostrarles que Dios es la respuesta a su enorme deseo de una vida grande y feliz.

Por Marcelo López Cambronero

Publicado el El Observador de la actualidad