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Las espinas de la Corona

El Evangelio informa que a Jesús sus verdugos le hirieron la cabeza al encajarle una corona hecha con espinas: “Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen” (Mc 15, 17).

En efecto, durante las burlas que se convirtieron en tortura, uno de los verdugos soltó un manotazo con su guante sobre la corona y la oprimió con fuerza para que ninguna espina quedara sin clavarse. La sangre cubrió profusamente el rostro del Señor, inundó sus ojos y su vista quedó tan nublada que todo lo miraba del color de su sangre.

Para ellos, Jesús ya no tenía ningún derecho, le podían hacer lo que se les antojase, y al dolor de las espinas se sumó la humillación con bofetadas y escupitajos. Uno a uno desfilaron ante Él, doblando la rodilla en señal de reverencia, gritando con grotescas risotadas: -¡Salve, rey de los judíos! Era el saludo debido al emperador. Pero ellos, venidos de pueblos orientales, aunque formasen parte del ejército de Roma tenían otro modo de saludo ceremonial al monarca: se acercaban a Jesús como para besarle, pero en lugar de un beso ponían en su mejilla un escupitajo. Más y más hilos de sangre corrían por su rostro al calar las espinas en su cabeza. Contrastaba la barbarie con la mansedumbre solemne de Jesús, que veía con compasión a sus verdugos, sin odio en su mirada, sin rencores en su corazón.

En su cristología “Jesús de Nazaret”, el papa Benedicto XVI enseña que “también el hombre maltratado y humillado sigue siendo imagen de Dios, y desde que Jesús se dejó azotar, los golpeados y heridos son precisamente imagen de Dios que ha querido sufrir por nosotros. Así, en medio de su Pasión, Jesús es imagen de esperanza, pues Dios está al lado de los que sufren. Al final, Pilato vuelve a su puesto de juez, y dice una vez más: -Aquí tienen a su rey (Jn 19, 14).

Tertuliano, teólogo y Padre de la Iglesia, en una de sus meditaciones acerca de la coronación de espinas, entrega una reflexión que nos hace participar de aquel suplicio: “No fue saludado como rey de la gloria por los ángeles antes de ser promulgado en la cruz como Rey de los judíos. Si por estas cosas le tienes como cabeza tuya, en la medida que puedas debes corresponder por todo lo que te ha obtenido. Y no debes coronarte con flores, si no puedes hacerlo con espinas. Y puesto que no puedes coronarte con flores, mantente en gracia para Dios”.

Las espinas de la corona de Nuestro Señor proceden del arbusto Zizyphus, de seis metros de altura, de tronco tortuoso del que brotan flores llamadas azufaifa y también espinas de seis centímetros de largo.

Los emperadores de Bizancio, con el tiempo fueron despojando a la corona de espinas que obsequiaron a papas y monarcas, como sucedió con las ocho espinas que regaló la emperatriz bizantina Irene a Carlomagno, emperador romano-germánico. Desde que llegó a Francia, el rey san Luis distribuyó las espinas que quedaban, unas setenta, a las principales iglesias de Francia.

Según cálculos conservadores, en nuestros días puede haber unas cien espinas esparcidas entre la cristiandad. En Roma se encuentran algunas en la basílica de la santa Cruz, en la basílica de san Juan de Letrán, en la iglesia de san Marcos y en la iglesia de santa Prassede. En España se encuentran en el Escorial, Barcelona, Montserrat, Tarazona y en el Monasterio cisterciense de La Santa Espina, en Valladolid.

Algunas de estas espinas presentan tres especies de milagros que ocurren solamente cuando el Viernes Santo se celebra el 25 de marzo en coincidencia con la fiesta de la Anunciación del Señor, en lo que indicaría una estrecha relación entre el misterio de la Anunciación y el de la Pasión de Cristo. Estos milagros son de tres tipos: Reverdecimiento, cuando la espina se torna fresca y flexible como si estuviese en una planta viva; florescencia, cuando la espina florece al surgir de ella una pequeña flor de color dorado o blanco o azul o verde; y reviviscencia, cuando de la espina emana una gota de sangre, o bien cuando una gota anterior, que estaba seca, se torna roja y fresca. El primer relato de uno de estos milagros procede de 1633.

Solamente en Italia hay 41 espinas milagrosas, de las que algunas se encuentran en santuarios de Bérgamo, Perugia, Bari y en la catedral de Andria, donde ocurrió recientemente el milagro, el 25 de marzo de 2016, testimoniado bajo observación con lupa por monseñor Raffaele Calabro, obispo de la diócesis de Andria.

Por Roberto O´Farrill  / verycreer.com