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Sobre el matrimonio

Sorprende: El pasado 14 de julio, el Papa se presentó en una iglesia del recinto del Vaticano  sin avisar al párroco,  para presidir el rito del casamiento de un guardia suizo con una mujer brasileña (Vatican News’). Amigo de los gestos, pienso que el Santo Padre quiso llamar la atención sobre la gran importancia del sacramento del matrimonio.

Los casados sacramentalmente, meten a Cristo entre ambos para que les ayude en ese camino intrincado pero hermoso del amor matrimonial, que colma el corazón y produce alegría, paz y consuelo.

Como esposa, a mí me parece estúpido que, entre cristianos, la mujer y el hombre enamorados decidan vivir juntos sin Jesucristo, que santificaría su unión, y sin el Espíritu Santo, que es Espíritu de Amor y de Fortaleza.

La vida matrimonial acaba con la muerte; pero, en la vida eterna, los que mueren en gracia y fueron mutuamente fieles, “son como ángeles” (Mateo, 22, 30), y vuelven a estar juntos ( P. Manjackal).

Cuando un matrimonio cristiano y en regla (válido) fracasa, puede ser  por la voluntad libre de uno o de ambos convertida en libertinaje.

El Papa dijo tres palabras a la pareja para vivir en plenitud su matrimonio: “Comenzar”, “detenerse” y “retomar el camino”. En otra ocasión,  aconsejó el uso de éstas: “permiso”, “perdón”, “gracias”. Son índices de humildad y sensibilidad, signos de   buena voluntad y de educación, y allanan el camino. Nos enseña el Papa Francisco, “el camino del amor matrimonial  se construye día a día; pero no es posible si no se invoca al Espíritu Santo, si no se clama cada día pidiendo su gracia, si no se busca su fuerza sobrenatural, si no se le reclama con deseo que derrame su fuego sobre nuestro amor para fortalecerlo, orientarlo y transformarlo en cada nueva situación”.

Por Josefa Romo