Reflexión homilética para el domingo 12 de agosto de 2018
Resulta muy doloroso que la santa Madre Iglesia haya tenido que obligar a sus hijos, los católicos, a comulgar al menos una vez al año, bajo pecado mortal…
¿Y qué pecado es?
La falta de amor.
Dios quiera que una vez más al releer el capítulo 6 de San Juan encontremos el amor maravilloso de nuestro Señor para cada uno de nosotros y le sepamos corresponder.
1 Reyes
Se levantó, comió y bebió y caminó cuarenta días hasta el monte de Dios, Horeb.
Ya sabes de qué se trata.
Elías, perseguido y maltratado de manera especial por los reyes de Israel, huyó por el desierto, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte:
“Basta, Señor, quítame la vida que yo no valgo más que mis padres”.
Y se quedó dormido. El ángel del Señor lo despertó diciéndole:
“Levántate y come… que el camino es superior a tus fuerzas”.
Esta escena se convirtió en un símbolo de la Eucaristía que necesitamos todos para continuar en el camino hacia Dios.
Tú tienes problemas… Momentos difíciles…
A veces como que te desesperas y no ves sentido a la vida.
¿Comes a Jesús?
La Iglesia te repite también a ti:
¡Levántate de tu pereza… de tu pasividad… de tu pecado!
Y come el Pan del cielo que es Jesús. Y bebe la Sangre de Cristo.
Tú necesitas a Jesús y Él, que te ama, se te entrega.
Los buenos cristianos y los santos, de manera especial, han vivido de la Eucaristía. Incluso algunos santos se han alimentado solamente con este don sagrado. Conocemos, por ejemplo, que Marta Robín que llevaba en su cuerpo los estigmas de Cristo. Ella durante 50 años se alimentó únicamente con la Eucaristía.
Salmo 33
“Gustad y ved qué bueno es el Señor”.
Hay cosas que no se conocen por teoría. Una de ellas es el sabor de los alimentos.
Durante una reflexión nos contaron que un expositor que negaba la Eucaristía hablaba ante la gente sencilla y de pronto un campesino que le escuchaba se paró, y con paciencia que desesperaba al “evangelizador” se comió una naranja. Al terminar preguntó al “maestro” a qué sabía la naranja que había comido.
El otro, molesto, le contestó de mala manera:
Usted sabrá, que se la ha comido.
El campesino le dijo con toda paz:
Tampoco usted puede decir que es la Eucaristía y el sabor que tiene si no la ha comido.
Qué bien nos viene este Salmo. Es una invitación para que todos los cristianos nos acerquemos a comer la santa Eucaristía de la que en estos días nos está hablando San Juan en su Evangelio:
“Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que acoge a Él”.
San Pablo
Nos advierte: “No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que Él os ha marcado para el día de la liberación final”.
De hecho sabemos que nunca podríamos hacerlo porque el Espíritu Santo, por ser Dios, es infinitamente feliz. Nada ni nadie lo puede entristecer.
Lo que quiere el apóstol es que no nos dañemos a nosotros mismos actuando en contra de lo que el Espíritu nos pide para crecer en santidad.
Meditemos lo que el Espíritu nos pide a través de San Pablo.
“Desterrad la amargura, la ira, los enfados y toda maldad.
Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.
Sed imitadores de Dios como hijos queridos.
Vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por vosotros”.
Toda una lección muy práctica. Si cumplimos con ella el Espíritu Santo que nos ama se gozará en nosotros.
Evangelio
Veamos algunas de las muchas enseñanzas de Jesús en este precioso capítulo 6 de Juan.
Te invito a meditarlo con profundidad:
+ “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado”.
Solo Jesús nos lleva al Padre y solo el Padre nos lleva a Jesús.
+ “Yo lo resucitaré el último día”.
Nadie más que Jesús nos ha prometido la resurrección y solo Él, que es Dios verdadero, podrá cumplirlo.
+ “Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”.
Ya lo sabes. En el Dios único hay tres Personas inseparables. Nosotros no podemos quedarnos con una sola de las tres Divinas Personas como algunos pretenden: en el único Dios verdadero hay tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
+ “El que cree tiene vida eterna”.
Cuántas veces ha insistido Jesús en pedir la fe. Por la fe en Él nos salvamos.
+ “Yo soy el pan de la vida”; “Yo soy el pan vivo”.
Recuerda que este “Yo soy” es la afirmación que Jesús nos hace de su Divinidad ya que esta fue la definición que Dios dio de sí mismo en el Antiguo Testamento.
Finalmente, tengamos por cierto que “la vida del mundo” depende de comer el Pan que nos da Jesús que se entrega para que nosotros tengamos vida.
Vayamos con prontitud y hambre a comer la Eucaristía y en ella el Cuerpo y la Sangre de Cristo que nos salva.
¡Levántate de tu pereza espiritual y come el Pan de Vida!
Por José Ignacio Alemany Grau, obispo