Los que comienzan a leer la Biblia suelen tropezar de entrada con las páginas del Génesis y, en general, de todo el Antiguo Testamento y desanimarse. Por esta razón muchos maestros y catequistas recomiendan comenzar a leer el Nuevo Testamento por lo más conocido: los Evangelios; después vendrán algunos libros del Antiguo Testamento. Es buen consejo para principiantes, pero esto no resuelve la dificultad, pues el mismo Jesucristo y todo el Nuevo Testamento, hacen referencias continuas al Antiguo Testamento. Usan citas y recrean su vocabulario. ¿Qué hacer?
Primero. Ponerse a leer alguna introducción que tienen todas las Biblias católicas; ver en los mapas las ciudades principales, los lagos y montañas, y tratar de ubicarse, en lo posible, en la geografía e historia de aquellos tiempos. Tener en cuenta que la Biblia es un libro antiguo, con un lenguaje y expresiones propias de aquellos tiempos. En concreto, la Biblia necesita una breve, no engorrosa, introducción que seguramente se la dará su párroco o la Escuela Bíblica parroquial.
Segundo. La Biblia no sólo es un libro sino una colección de libros. No todos se escribieron de corrido, como las novelas, sino que abarcan por lo menos dos mil años de historia de la humanidad en tiempos difíciles, de imperios que van y vienen. Procure ver qué contienen los libros: historia, oraciones, enseñanzas, poesía. Un poeta dice cosas que no se le ocurren a un científico cuando habla del sol, la luna o las estrellas. Cada uno tiene su lenguaje y su verdad.
Tercero. Tener presente que el autor principal de la Sagrada Escritura es Dios. El Espíritu Santo inspiró a todos los escritores bíblicos. Por eso es palabra “de Dios”. Pero Dios no escribió nada, sino que se valió de muchos hombres movidos por su Espíritu. Eran hombres de su tiempo, algunos eran literatos y otros no tanto, pero tenían la sabiduría de Dios. Dios habla a los hombres en lenguaje humano, para que le entiendan.
Cuarto. En todos esos libros y autores aparece el proyecto salvador de Dios, que se va realizando poco a poco en la vida de los patriarcas, en la historia de Israel y después se continuará en la Iglesia. La eternidad de Dios penetró en la historia humana. Este plan salvador de Dios se llama “Historia de la Salvación”, y tiene tres grandes pasos: La preparación en el Antiguo Testamento, el cumplimiento en el Nuevo, y su continuidad en la vida de la Iglesia. Son tres momentos de la misma historia, cuyo centro es Jesucristo. Se enuncia así: Lo que sucedió en el Antiguo Testamento se realizó plenamente en Cristo y de eso sigue viviendo la Iglesia hasta que Cristo venga por nosotros al final de los tiempos. El Antiguo Testamento es una profecía del Nuevo.
Quinto. Como se puede ver, el centro y culmen de la santa Biblia es Cristo. Él es quien fue anunciado en el pueblo de Israel, el que nació en Belén, vivió en Nazaret, predicó en Galilea, murió y resucitó en Jerusalén. Ahora está a la derecha del Padre intercediendo por nosotros y preparándonos un lugar. Él fue quien mandó predicar a los Apóstoles y fundó su Iglesia para que su obra salvadora llegara hasta nosotros. Cuando se cumpla la hora de su venida gloriosa estaremos todos con el Señor, con su Madre santísima y con todos los santos. Esta es nuestra “feliz esperanza”.
Conclusión: No se desanime. Comience a leer esta historia maravillosa que refleja en síntesis la historia de la humanidad y de la misericordia de Dios para con nosotros.
Por Mons. Mario De Gasperín Gasperín