Hay quienes promueven tensiones desde ideas, sentimientos, odios, verdades mezcladas con mentiras, insultos, agresiones implícitas o explícitas.
En ocasiones, tales personas llegan a generar un remolino difícil de controlar, porque consiguen que algunos entre «los adversarios» respondan de manera parecida. El conflicto, entonces, está listo para explotar.
Frente a este tipo de actitudes y comportamientos, otras personas responden con ideas, palabras sinceras y respetuosas, gestos de apertura y de perdón, esfuerzos por promover el diálogo entre las partes implicadas.
Esas personas son promotoras de concordia y de paz, en medio de tensiones que a veces llegan a la sangre, pero que pueden ser superadas poco a poco.
Esas personas a veces son las primeras víctimas del odio de los radicales de uno o de otro lado, precisamente porque un violento lo que más teme es que otros abran los ojos al respeto y a la escucha que defienden los promotores de concordia.
La historia humana recoge siglos y siglos de luchas raciales, de conflictos nacionalistas, de peleas bajo supuestas banderas de justicia, de odios entre familias.
Frente a tantas situaciones de odio, incluso de violencia, hacen falta más y más promotores de concordia. Porque la lucha por la lucha y la sed de venganza genera daños enormes, mientras que el diálogo auténtico puede superar las diferencias.
El mundo en el que vivimos presencia, dramáticamente, la acción de sembradores de odios y de promotores de injusticias, desde los cuales surgen nuevas guerras o divisiones sociales sumamente dañinas.
Con la firmeza de la verdad y con la valentía de quienes construyen puentes y facilitan escuchas, surgirá la esperanza, porque hay promotores de concordia que, en medio de diferencias legítimas, buscan la paz y la concordia entre todos.
Por el P. Fernando Pascual