Recientemente, un guionista de Plaza Sésamo dijo que sus personajes Beto y Enrique son pareja homosexual. Porque valoro la amistad y he visto a Beto y Enrique nada más como buenos amigos, me resulta chocante que me los presenten ahora como gays, como si tenerle gran afecto a un camarada implicase necesariamente el deseo sexual. Tal supuesto descalificaría no sólo la camaradería entre un hombre y un hombre sino inclusive la amistad sencilla entre un hombre y una mujer, como si de ocurrir ésta no podría ser sino por un interés puramente carnal.
¡Vamos!, que tengo amigos que además han sido grandes camaradas, es decir, compañeros de recámara por varios años, como ocurrió cuando fui estudiante. ¡Qué desperdicio hubiera sido si los hubiese procurado por mero placer, y un placer pervertido, y no por verdadera amistad!
Un pagano, como lo es Aristóteles, nos advirtió ya hace 24 siglos que “los hombres malos se hacen sólo amigos por interés o por placer, porque sólo tienen entre sí estos puntos de semejanza, mientras que los buenos, por lo contrario, se hacen amigos por sí mismos, es decir, en tanto que son buenos”.
Su maestro Platón describiría al amigo como aquella persona por cuyo cariño e inspiración hace que otra persona se porte bien y se convierta en bueno.
Aristóteles explicaría:
“La primera y la verdadera amistad será para nosotros la de los hombres virtuosos y buenos, que se aman en tanto que son buenos y virtuosos. Las otras amistades sólo son amistades por su semejanza con ésta. Los que son amigos por estos motivos inferiores, lo son siempre bajo la influencia de algo bueno, así como de algo semejante que hay entre ellos y que los aproxima; porque el placer es un bien a los ojos de los que lo buscan. Pero si estas amistades por interés y por placer no unen estrechamente los corazones, es raro igualmente que se encuentren juntas en los mismos individuos, porque las cosas pendientes del azar y del accidente no se unen entre sí sino muy imperfectamente”.
Y que se logra con la buena amistad. Aristóteles nos lo señala: “la amistad perfecta es la de los hombres buenos e iguales en virtud; porque éstos quieren el bien el uno del otro en cuanto son buenos, y son buenos en sí mismos; y los que quieren el bien de sus amigos por causa de éstos, son los mejores amigos”. En breve, con la amistad perfecta los amigos logran crecer juntos en la virtud.
¿Y por qué uno aprecia mucho la amistad?, porque “es lo más necesario para la vida. Sin amigos nadie querría vivir, aun cuando poseyera todos los demás bienes; hasta los ricos y los que tienen cargos y poder parecen tener necesidad sobre todo de amigos; porque ¿de qué sirve esa clase de prosperidad si se la priva de la facultad de hacerlo bien, que se ejerce preferentemente y del modo más laudable respecto de los amigos? En la pobreza y en los demás infortunios se considera a los amigos como el único refugio. Los jóvenes los necesitan para evitar el error; los viejos para su asistencia y como ayuda que supla las menguas que la debilidad pone a su actividad”. Y entre otras cosas, nos recuerda el filósofo, es con amigos que uno aprende a reírse bien de los demás porque antes uno ha aprendido a reírse de sí mismo. Eso es lo que hacían Beto y Enrique y por eso nos divertían mucho.
Me atrevo a decir que la gran tragedia de un gay consiste en preferir la excitación de un encuentro sexual pervertido a una buena amistad. La gran tragedia es que de hecho esa buena amistad, que desechó por un sexo, es lo que verdaderamente añora.
Por Arturo Zárate Ruiz