Reproducimos a continuación un artículo de Luis Santamaría, integrante de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), publicado en el portal Aleteia.
Hay diversas teorías que circulan sobre la estancia de Jesucristo en la India, donde habría permanecido varias décadas, tanto en la etapa previa a su vida pública como después de una pretendida muerte falsa en la cruz. En este tiempo habría aprendido y practicado yoga, según algunos autores. Esta afirmación, carente de toda fiabilidad histórica y con una nula credibilidad, llega al extremo en la Fraternidad de la Autorrealización (Self-Realization Fellowship, SRF), ya que su fundador, el gurú indio Paramahansa Yogananda, asegura que Jesús habría sido maestro de yoga. Y lo mismo otras figuras importantes del cristianismo primitivo, como los apóstoles Juan y Pablo.
¿Qué dice realmente Yogananda sobre Cristo? ¿Qué argumentos da para sostener sus afirmaciones? ¿Realmente podemos darle crédito porque el cristianismo habría “falsificado” la verdadera identidad de Jesús de Nazaret?
Jesús, un personaje más de su best-seller
Resulta a primera vista sorprendente que una secta de origen hindú insista tanto en la figura de Jesucristo. Ya en el inicio de su exitoso libro Autobiografía de un yogui (1946) encontramos una cita del evangelio según San Juan. Y a lo largo de sus páginas descubrimos cómo aprendió Yogananda a “interpretar” la Sagrada Escritura de los cristianos y a “entender” a Jesús (de quien asegura, por cierto, que se le llegó a aparecer en una ocasión).
Según él, su maestro Sri Yukteswar “explicaba la Biblia cristiana con una hermosa claridad. Fue de mi gurú –un hindú desconocido para la cristiandad– de quien aprendí a percibir la inmortal esencia de la Biblia y a comprender la verdad en la aserción de Cristo… ‘El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán’”. De esta forma, asocia los maestros hindúes a la figura de Jesús: “los yoguis Cristos de la India son parte de la inmortal fraternidad de todos los que han alcanzado un conocimiento liberador del Padre Único”.
Y sostiene que Jesús de ningún modo se creía el Hijo único de Dios, además de afirmar, sin fundamento, que “la iglesia cristiana primitiva aceptaba la doctrina de la reencarnación” (de hecho, llega a decir que “Juan el Bautista fue en vidas pasadas el gurú de Jesucristo”). En el libro encontramos otras afirmaciones que nada tienen que ver con la vida y enseñanzas de Cristo, como cuando Yogananda explica que al morir en la cruz, Jesús “asumió en sí mismo las consecuencias kármicas de otros, especialmente las de sus discípulos”, cuando el karma es un término totalmente ajeno a la fe cristiana.
Y llega lo importante: Jesús fue maestro de Kriya Yoga, la técnica que enseña la SRF, y que consiste en “un simple método psicofisiológico por medio del cual la sangre humana se libera del anhídrido carbónico y recibe una cantidad suplementaria de oxígeno”, lo que provoca la trasmutación de las células en “energía pura”.
Sólo Yogananda conocería al verdadero Jesús
Por si alguien quisiera saber más, hay una versión mucho más amplia y detallada de la idea de Jesús que tenía Paramahansa Yogananda en una obra en dos volúmenes titulada La segunda venida de Cristo. La resurrección del Cristo que mora en tu interior (2004), y que reúne 75 discursos del gurú. Algunos extractos de la misma se han publicado en el libro El yoga de Jesús, cuyo título e ilustración de cubierta –Jesucristo en la conocida posición de loto o Padmasana– no dejan lugar a dudas.
En este tratado leemos directamente que “Jesús –al igual que los antiguos sabios y maestros de Oriente– no sólo conocía el yoga, sino que enseñó a sus discípulos más cercanos esta ciencia universal cuya finalidad es alcanzar la unión con Dios”. Afirmación que nos recuerda, una vez más, que el yoga es algo más que simple gimnasia.
Una propuesta, la de Yogananda, “cuya profunda visión espiritual trasciende los siglos de dogmas e interpretaciones erróneas que han ensombrecido las enseñanzas originales de Jesús, y muestra que él enseñó un sendero unificador por medio del cual los buscadores de todas las religiones tienen la posibilidad de entrar en el reino de Dios”.
Es decir, que no se contenta con poner en el mismo nivel todas las religiones, con un propósito sincretista –en el que sus doctrinas, no nos engañemos, serían criterio de verdad, lejos del aparente relativismo teórico–, sino que también acusa al cristianismo de presentar una visión deformada, a propósito, de la enseñanza de Cristo.
Descubrir que “nosotros somos Dios”
No hace falta leer mucho para descubrir en la obra lo que la SRF resume muy bien en su prefacio: la idea central de que el yoga “ofrece un medio directo para calmar la turbulencia natural de los pensamientos y la inquietud corporal que nos impiden conocer nuestra verdadera esencia”. Así es: el yoga, cuando se toma en serio, no sólo es un ejercicio con efectos positivos tanto para el cuerpo como para la mente, sino que practicándolo “llegamos a conocer nuestra identidad con la Inteligencia Infinita, el Poder y el Gozo que dan vida a todo lo existente y constituyen la esencia misma de nuestro Ser”.
Porque, como recuerda la SRF, la misma palabra yoga significa “unión”. ¿Y a qué se refiere? Está claro, desde la cosmovisión oriental: “la unión de la conciencia individual o alma con la Conciencia Universal o Espíritu. Aun cuando muchas personas creen que el yoga consiste únicamente en ejercicios físicos… en realidad éstos sólo representan el aspecto más superficial de esta profunda ciencia cuyo objeto es el desarrollo del infinito potencial de la mente y el alma humanas”. Lo dicho: está claro.
Un iluminado más
De esta forma, para Yogananda está claro que “Jesús conoció y enseñó esta misma ciencia universal para comulgar con el Ser Supremo”. A lo largo de las páginas del libro encontramos todo un análisis de la figura de Cristo que no tiene nada que ver con el que aparece en el Nuevo Testamento. Para este gurú, Jesús “era un hombre de perfecta realización espiritual. Sin embargo, no fue el único hijo de Dios ni tampoco afirmó serlo. En lugar de ello, Jesucristo enseñó claramente que quienes cumplen la voluntad de Dios llegan a ser uno con el Señor, tal como lo fuera él mismo”. Una doctrina, la de que todos podemos llegar a ser iguales que Jesús, muy difundida en la Nueva Era.
Dios se habría encarnado en diversos “avatares” a lo largo de la historia, y Jesús fue precedido por Krishna y Buda en ese papel. En esa concepción panteísta (todo es divino), se explica que “en el pequeño cuerpo humano llamado Jesús se produjo el nacimiento de la vasta Conciencia Crística, la omnisciente Inteligencia de Dios que está presente en cada elemento y partícula de la creación”.
Yoga… para ser “cristos”
Entonces, la misión de Jesucristo no fue otra que enseñarnos a todos los seres humanos a convertirnos en “un Cristo” como él. Y para ello no basta con la fe o la aceptación como Salvador, sino que es necesario “conocerle en verdad mediante el contacto con él en la meditación” al “expandir la conciencia” y así “resucitar al Cristo Eterno en el interior de nuestro propio Ser”.
Basándose en Nicolás Notovitch, Yogananda repite la mil veces desmentida teoría de que Jesús “desde los catorce a los veintiocho años permaneció en la India y zonas de la cordillera del Himalaya” antes de regresar a Palestina, donde “a aquellos discípulos que estaban preparados para recibirlo, les impartió el conocimiento acerca de los más insondables misterios”.
De esta forma, se reitera la técnica de separar en la doctrina de Cristo, por un lado, su enseñanza pública –la expuesta en los evangelios–, y por otro lado, el conocimiento esotérico –en este caso, el yoga–, que conoce el gurú de turno y que ofrece al mundo como la verdad frente al engaño de la fe cristiana. Así, el resto del libro no es más que una interpretación simbólica de los hechos y palabras de Jesucristo, a quien se deforma y manipula en una versión que no sólo no tiene nada que ver con la persona de Jesús de Nazaret, sino que afecta al propio hinduismo al realizar este sincretismo tan irracional. Una mezcla nada recomendable.