En su nota de La Jornada (28.03.2019), Fabiola Sánchez nos informaba que el presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció a las iglesias cristianas buscar la forma de entregar a las asociaciones religiosas concesiones para estaciones de radio y canales de televisión. Recibió la información del señor Arturo Farela, presidente de la Confraternidad Nacional de Iglesias Evangélicas (Confraternice), y mencionó que la Secretaria de Gobernación haría las consultas pertinentes a fin de no violentar las leyes. El señor Farela aludió también a su amistad personal con el Presidente, un “hombre espiritual y libertador que se ha dicho públicamente cristiano, porque dio preferencia a los pobres”. Posteriormente, la Secretaría General de la Conferencia del Episcopado Mexicano envió un comunicado (02.04.2019), recogiendo la preocupación de los encargados de la comunicación, “de que la Iglesia Católica quede al margen de estos trabajos”.
La Iglesia católica ventiló estos asuntos desde las modificaciones constitucionales sobre las Asociaciones Religiosas. Esto ha favorecido un ambiente de colaboración y diálogo con las diversas confesiones cristianas. El pasado 16 de Abril se cumplieron 50 años de que el papa San Pablo VI dio vida a la “Federación Bíblica Católica” para favorecer el diálogo ecuménico, y le dio por sede la ciudad de Stuttgart, en Alemania, donde residen y editan biblias en varios idiomas las Sociedades Bíblicas protestantes. En su mensaje con ocasión de este aniversario, el Papa Francisco dijo que “una Iglesia que vive a la escucha de la Palabra nunca se contenta con sus propias seguridades. Es dócil a la impredecible novedad del Espíritu. Nunca se cansa de anunciar, no cede a la desilusión, no se rinde en promover la comunión en todos los niveles”.
Misión de la Palabra de Dios es crear fraternidad y generar paz. Sin embargo, un temor añejo pero con malicia nueva es el llamado fundamentalismo bíblico, que afecta tanto a confesiones evangélicas como a grupos católicos. Consiste en una forma radical de interpretar la Biblia. No solo la interpretan a la letra, sino que pretenden concordarla con las ciencias modernas. Se llama también concordismo bíblico. Estos grupos, cansados del relativismo moral antirreligioso de la ideología liberal del Estado moderno, han reforzado sus baterías apoyando políticas extremistas. En efecto, como bien sabemos, el Estado liberal moderno suele generar una moralidad blandengue, donde todo cabe y todo da igual, y hace del pluralismo una ideología arbitraria y antirreligiosa.
La interpretación bíblica fundamentalista intenta operar como contraveneno, y apoya tanto a regímenes de derecha como de izquierda, con tal de imponer una moral austera y su propia interpretación de la historia. Suele utilizar los textos bíblicos, separados de su contexto, para legitimar sistemas anticristianos, como el racismo y la discriminación, e imponer ideas políticas seductoras, favoreciendo el populismo y el caudillismo, generadores de regímenes dictatoriales. El fundamentalismo “es peligroso, porque seduce a las personas que buscan respuestas bíblicas a sus problemas vitales. Puede engañarlas, ofreciéndoles interpretaciones piadosas pero ilusorias”, enseña la Pontificia Comisión Bíblica (Cf. La Interpretación de la Biblia…). Y concluye: “El fundamentalismo invita tácitamente a una forma de suicidio del pensamiento”. Metodología similar ha sido utilizada ideológica y políticamente contra la religión entre nosotros. Un gobernante debe hacer justicia a todos, en particular a los pobres, porque es su deber, pues los bienes de la creación son para todos. Si tiene la dicha de creer en la Palabra de Dios, esta fe le ayudará a cumplir mejor con su obligación, pero sin confundir las cosas y mucho menos imponer su moral y sus creencias. La justicia antecede a la caridad, ésta la fortalece.
Por Mario De Gasperín Gasperín