Reflexión homilética 9 de Junio de 2019
El Espíritu Santo es Dios porque es la tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Y Amigo porque vive en el interior de quienes aceptan su amistad. No puede haber amistad más grande.
Nuestra reflexión la comenzamos con esta breve oración:
“Espíritu Santo, tú estás dentro de cada uno de nosotros como Dios infinito y como Amigo cercano. Ilumina nuestra mente y nuestro corazón para escuchar la Palabra que el Padre quiere comunicarnos por medio de ti.
Espíritu Santo, nosotros, como María Santísima, queremos acoger la Palabra, meditarla, gozar con ella y llegar a la santidad a la que el Padre Dios nos llama.
Ilumina nuestra inteligencia para conocerla y enciende nuestro corazón para amarla:
¡Espíritu Santo, ven!”.
- Hechos de los apóstoles
Estaban todos reunidos en el cenáculo, fieles al pedido de Jesús y “se llenaron todos de Espíritu Santo”.
Esto es lo importante para un cristiano, la presencia interior del Espíritu que le llevará a amar a Dios y a servir al prójimo.
Tengamos en cuenta que esta presencia se realiza cuando vivimos en comunión dentro de la Iglesia de Jesús.
- Salmo responsorial
Nos invita a repetir esta breve oración tan conocida en la Iglesia:
“Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”.
El resto del salmo (103) nos invita a bendecir y glorificar al Señor por su grandeza y las obras maravillosas que realiza.
- La lección de Pablo
Hoy nos enseña el apóstol:
“Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios”.
¿Podemos decir que de verdad somos hijos de Dios?
Solo el Espíritu Santo nos permite llamar de verdad Padre a Dios.
No olvidemos que Dios es el Creador de todos y de todo, pero solo el Espíritu Santo nos permite llamar Padre a Dios y ser verdaderos hijos adoptivos suyos.
- Evangelio
Meditamos la profundidad de la promesa de Jesucristo:
Unión íntima entre el Padre y Él.
A vivir esa intimidad nos invita también a nosotros:
“El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”.
¿Quién puede entender esta posible unidad entre el Padre con el Hijo y con nosotros?
Solo el Espíritu Santo, que es la tercera Persona de la Trinidad, lo conoce y nos lo puede dar a conocer. Esto es precisamente lo que nos promete Jesús:
“El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”.
Llamamos Pentecostés al gran regalo que hizo Jesús a los apóstoles reunidos con María, cincuenta días después de la resurrección.
Sin embargo, a partir de ese momento se repite la venida del Espíritu Santo, no solo en las grandes ocasiones que cuentan los Hechos de los Apóstoles, sino también frecuentemente después de recibir el bautismo cada uno de nosotros.
¿Y cuál es la obra del Espíritu Santo en nosotros?
Es bueno que meditemos las maravillas que obra la tercera Persona de la Trinidad:
+ Nos hace templos vivos de Dios, es decir, se introduce en nuestro interior.
+ Nos comunica la vida sobrenatural dándonos las gracias, dones, carismas, frutos, bienaventuranzas.
De esta manera nos enriquece y nos hace agradables a Dios como hijos adoptivos.
+ Nos lleva a la plenitud de la verdad para que la conozcamos y podamos darla a conocer.
+ Nos resucita después de la muerte y nos lleva a gozar de Dios en el cielo.
Recordemos también la obra maravillosa del Espíritu Santo que es encarnar a Jesús en el seno de María y hacerlo presente en la consagración de la Eucaristía.
Y finalmente, hacer presente a Dios en nuestro corazón.
Aprovechemos esta fiesta importante y con la Iglesia repitamos frecuentemente la oración que hemos citado: “¡Ven, Espíritu Santo!”
Por José Ignacio Alemany Grau