La valentía caracteriza al seguidor de Jesucristo. Esa valentía no surge desde la confianza en uno mismo, o desde ideas sin fundamento, o desde el apoyo de millones de bautizados.
La valentía cristiana surge desde las mismas palabras de Cristo, que nos invita a no tener miedo, a confiar, a lanzarnos a difundir su mensaje desde las terrazas.
El mundo, ciertamente, ha odiado y odia a quienes forman parte de la Iglesia católica, a quienes siguen al Maestro, a quienes acogen su Evangelio de justicia, de paz, de misericordia.
Pero el odio del mundo y la rabia de los enemigos de la cruz de Cristo no provocan miedo en quienes construyen su vida sobre la Roca, bajo la luz y la fuerza que viene del Espíritu Santo.
Por eso, ante confusiones deliberadas, ante modas paganas, ante amenazas e insultos, incluso ante agresiones y cárceles, los católicos cuentan con un «plus» que viene de Cristo y que permite llegar al heroísmo.
Gracias a miles de cristianos valientes, convencidos, generosos, incluso mártires, la fe se ha transmitido a lo largo de los siglos. Gracias a esos cristianos (y ojalá todos los bautizados pudiéramos vivir así) se hace visible la acción de Cristo en la historia.
Habrá, como ha habido en el pasado, momentos de debilidad, incluso caídas. Pero quien dejó entrar el miedo en su alma, como Pedro cuando negó al Maestro, puede arrepentirse y reencontrar, con la misericordia, un motivo para volver al buen camino.
Con la mirada puesta en Cristo, desde la compañía de la Virgen María y de tantos y tantos santos, podemos dejar a un lado miedos y egoísmos que paralizan. Entonces correremos llenos de entusiasmo, porque tendremos la valentía de la fe, la fuerza de la esperanza y el fuego de la caridad.
Por P. Fernando Pascual