El día 3 de marzo de cada año se celebrará la memoria litúrgica de la beata María de la Concepción Cabrera de Armida, tal y como lo expresa la Carta Apostólica del papa Francisco mediante la que concede que sea llamada Beata, documento fechado el 4 de abril de 2019, precisamente un mes antes de su beatificación en la basílica de Guadalupe, de la arquidiócesis de México, en la santa Misa presidida por el cardenal Giovanni Angelo Becciu, Prefecto de la sagrada Congregación para las Causas de los Santos en compañía de unos 80 obispos de México.
En la homilía, el cardenal expresó que Concepción Cabrera ha sido “una figura maravillosa en sus diferentes aspectos de esposa, madre, viuda, inspiradora de Institutos religiosos y de iniciativas apostólicas” que, “animada por una profunda fe y por una caridad sin medida, por una parte se encaminó en un largo itinerario ascético y místico, por otra parte se dejó consumir por uno celo incansable que, junto a su ferviente fantasía creadora, le llevó a hacer que surjan nuevas familias de vida consagrada en la Iglesia”.
Cariñosamente llamada “Conchita” por cuantos la conocen, la nueva beata mexicana fue obsequiada por Dios con variadas experiencias místicas, evidentes porque “tenía habitualmente la conciencia de estar en la presencia del Señor, por lo que vivía en una constante actitud interior de oración. La unión con Dios se caracterizaba también por una profunda experiencia de unión mística con Cristo, de la que brotaba una generosa maternidad espiritual hacia las almas”, aseguró el Prefecto de las Causas de los Santos, y al referirse a ella como fundadora, precisó que es un “caso único en la historia de las fundaciones religiosas, inspiró y promovió cinco Institutos, denominados Las Obras de la Cruz: dos congregaciones religiosas y tres obras apostólicas, sin asumir ni el papel de fundadora ni, mucho menos, la carga y los poderes de superiora general. Éstas son: el Apostolado de la Cruz, las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, la Alianza de Amor con el Sagrado Corazón de Jesús, la Liga Apostólica y los Misioneros del Espíritu Santo”.
La beatificación de Concepción Cabrera se traduce en una mayor gloria de Dios, en un para bien de la Iglesia, en una honra para México y en orgullo para los mexicanos. Fue una mujer mexicana valerosa y creyente cuyo “fuerte deseo apostólico fue el de salvar las almas, de convertir a los pecadores por cuya salvación ofrecía sus sufrimientos voluntarios. Pero su mayor preocupación, que constituía casi una obsesión, fue por la santidad de los sacerdotes por quienes rezaba y se sacrificaba” expresó el cardenal Becciu y exaltó estas virtudes en ella: “Los momentos difíciles y dolorosos que le llevaron a configurarse cada vez más a Cristo sobre la Cruz, no le hicieron perder su jovialidad natural. Esto es indicador de su total comunión con Dios de quien experimentó de modo concreto la paternidad. Su casa estaba llena de alegría y de animación: simplicidad, dulzura, afabilidad eran los principales rasgos de su carácter. Mamá sonreía siempre, testifican sus hijos. Marcada por el amor a la voluntad de Dios, estaba abierta con ánimo sereno a cuanto el Señor disponía en la alegría y en el dolor. Nos encontramos frente a una mujer de fuerte personalidad, dotada de dotes excepcionales, tanto humanas como cristianas. Una mujer de oración y de celo apostólico que, anticipando los tiempos, encontró en sí la fuerza moral para imponerse como líder en el campo social y en el ámbito eclesial. Supo realizar una magnífica síntesis de contemplación y de acción: las figuras evangélicas de Marta y María se encuentran fusionadas y sincronizadas en la existencia de la nueva Beata. Ella se nos presenta hoy, especialmente a las mujeres, como un modelo de vida apostólica: oraba y actuaba, tenía la mente fijada en el cielo y los ojos vueltos hacia la tierra; adoraba y exaltaba la grandeza de Dios y se ocupaba de las miserias y de las necesidades de los hombres”.
Al término de la homilía el cardenal Becciu expresó el deseo de “que la Iglesia que está en México sepa imitar la mirada profética y el corazón abierto a los hermanos, con una generosa labor apostólica que encuentre su raíz en la fe cristiana, sublime patrimonio moral y cultural de esta nación. Que con su intercesión, nos ayude a escuchar las actuales voces suplicantes de cuántos experimentan una pobreza espiritual o material y responder a ella con esa fantasía de la caridad que distingue a los fieles discípulos del Evangelio. Por eso le imploramos: Beata María Concepción Cabrera, ¡ruega por nosotros!”.
Por Roberto O’Farrill / www.verycreer.com