Aquella adolescente contaba solo con 15 años y estaba embarazada. Además, tenía síndrome de Down. Sus padres querían que abortase. Y fueron al juez.
La historia en algunos de sus detalles fue contada por el Papa Francisco. Los hechos ocurrieron hace años, cuando el entonces arzobispo Jorge Mario Bergoglio estaba en Buenos Aires.
El Papa recordó aquella historia en un discurso pronunciado el día 25 de mayo de 2019, al hablar sobre el cuidado que merece la vida en situaciones de fragilidad.
Como explicó el Papa, el juez interpelado quiso estudiar a fondo el caso y pidió hablar con la adolescente, a pesar de que le decían que, como era Down, no entendía la situación.
El juez no se detuvo ante esta dificultad. Llamó a la chica y comenzó a hablar con ella. Aquí las palabras del Papa que explican lo sucedido en aquel diálogo:
(El juez): ¿Pero tú sabes qué te sucede?
(La chica): Sí, estoy enferma.
(El juez): Ah, ¿y cuál es tu enfermedad?
(La chica): Me han dicho que tengo dentro un animal que me come el estómago, y que por eso deben hacer una operación
(El juez): ¿Tú sabes lo que hay ahí? ¡Un niño!
(La chica): ¡Oh, qué bello!
El Papa siguió con otros detalles de esta historia: «Con esto, el juez no autorizó el aborto. La madre lo quiso. Han pasado los años. Nació una niña. Estudió, creció, llegó a ser abogada.
Aquella niña, desde el momento en el que comprendió su historia, porque se la contaron su historia, cada día de su cumpleaños llamaba al juez para agradecerle por el don de su nacimiento…
Las cosas de la vida. El juez ya murió y ahora ella se ha convertido en promotora de justicia».
Al final, el Papa concluyó con esta sencilla fórmula: «El aborto no es nunca la respuesta que las mujeres y las familias buscan».
Sí: aquel «producto de la concepción» tuvo el apoyo de un juez que abrió los ojos a una madre adolescente para que supiera lo que había en su seno.
Y esa madre, como tantas millones de madres del planeta, acogió la vida que ya había iniciado dentro de ella. Así pudo nacer una hija que hoy puede dar las gracias porque otros la supieron reconocer como ser humano digno de respeto y de cariño.
Por P. Fernando Pascual