Home > Espiritualidad > Tiempos litúrgicos > Fui forastero y me recibiste

Fui forastero y me recibiste

Reflexión homilética del 21 de julio de 2019

Hoy la Escritura nos enseña cómo al recibir al huésped nos encontramos con Dios.

Dicho con palabras del Evangelio:

“Fui forastero y me recibiste”.

Actualmente, sin embargo, la experiencia nos enseña cuántos problemas surgen en la sociedad y en las familias cuando se recibe a tanto inmigrante que pide ser acogido.

Que Dios nos ilumine para que podamos cumplir el deseo de Jesús.

Veamos qué pasó con Abraham y con la familia de Betania.

  • Génesis

Nos presenta a Abraham, hombre de mucha fe, que ve que se acercan tres hombres cuando él se encontraba sentado junto a la encina de Mambré y les pidió “que no pasen de largo junto a tu siervo”.

Les dio una comida muy agradable y al terminar se dio cuenta de que el Señor lo había visitado para cumplir la promesa hecha hacía veinticinco años:

“Cuando vuelva a ti dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo”.

Fue maravilloso hospedar a tres hombres y encontrarse con Dios.

Posiblemente habrás oído alguna vez que estos tres personajes son un símbolo de la Santísima Trinidad. Así lo vieron los Santos Padres, como un preanuncio del mayor misterio de nuestra fe.

  • Salmo 14

El salmo nos habla de quién merecerá hospedarse en la casa de Dios y las condiciones para ser acogido por Él:

Proceder honradamente; practicar la justicia, no calumniar, no hacer mal al prójimo ni difamarlo.

Y completa lo dicho pidiendo que no se preste dinero a usura ni acepte soborno alguno contra el inocente.

Todo esto siempre ha sido cierto y sigue siéndolo también en nuestro ambiente social.

  • Pablo

El apóstol enseña: “ahora me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo”.

Esos sufrimientos son las exigencias del Reino que en la vida de Pablo es el anunciar el Evangelio y que le han llevado por todo tipo de sacrificios.

También descubrimos en este párrafo el valor que tiene el sufrimiento con Cristo y por Cristo para bien de su Cuerpo místico.

Al final del párrafo nos muestra la preocupación suya y de los evangelizadores:

Enseñar a todos para que puedan “llegar a la madurez de su vida en Cristo”.

Esa es la inquietud del apóstol de siempre. Conseguir que todos puedan conocer a Cristo y madurar en la virtud para llegar a la santidad.

  • Verso aleluyático

Es San Lucas el que promete la felicidad a los que “guardan la Palabra de Dios y dan fruto perseverando”, que es lo que Jesús pidió a los suyos:

“Den fruto que permanezca”.

  • Evangelio

El Evangelio nos habla de la visita de Jesús a la casa de Marta y María donde también nos encontramos, como decíamos al principio, que estas santas mujeres hospedaron a un hombre y se encontraron con Dios.

Debemos fijarnos cómo no hay contraposición entre la actitud de Marta, servir sacrificadamente al prójimo y la de María, que sentada a los pies de Jesús escucha su Palabra.

A primera vista la respuesta de Jesús a Marta parecería un desprecio a la dueña de la casa que quiere atenderle lo mejor posible a Él y a sus discípulos.

Pero no es eso ni mucho menos, puesto que el mandato de Cristo siempre ha sido inseparable: el amor de Dios y el servicio al prójimo.

María acoge la Palabra y Marta la vive.

Esta es la misión de la Iglesia: vida contemplativa y activa, acentuando cada uno lo que le inspira el Señor.

Por José Ignacio Alemany Grau, obispo