Hay explicaciones “obvias” para las masacres de El Paso y de Dayton que en gran medida acepto: la facilidad para comprar armas en Estados Unidos y el discurso racista de Donald Trump.
Sin embargo, algunos analistas, si no es que cuestionan estas explicaciones “obvias”, sí ofrecen otras que, aunque suenan complicadas, no deben descartarse apresuradamente.
Trump, por ejemplo, atribuye los tiroteos a problemas mentales de los tiradores. Aunque lo diga Trump, creo que éstos debieron estar muy locos o al menos drogados a la hora de cometer sus crímenes. Es por eso que lo que propone Trump (restricciones de armas a los enfermos mentales) es una medida mínima que debería aprobarse.
Culpar del todo a Trump, por su discurso, de los tiroteos podría ser errado. Connor Betts, el tirador de Dayton, Ohio, no era trumpista, ni republicano, informa Paul Kengor. Era demócrata, es más, socialista, y en su blog amenazó con matar a los fascistas.
Sobre la eficacia del “control de armas”, el arzobispo Chaput, de Filadelfia, acepta lo siguiente: “los rifles de asalto no son un derecho de nacimiento, y … la Segunda Enmienda no es un becerro de oro. Yo apoyo chequeos exhaustivos de antecedentes y acceso más restrictivo a las armas para quienes deseen comprarlas”. Pero también advierte que la experiencia “me enseñó que sólo un tonto puede creer que el «control de armas» va a resolver el problema de la violencia masiva. Las personas que usan las armas en estos hechos repugnantes son agentes morales con corazones perversos; y la perversidad es producida por la cultura…que comercializa la violencia de docenas de maneras diferentes, los siete días de la semana”, una cultura en que “ciertas clases de homicidios ya ni siquiera cuentan oficialmente como «homicidio». A ciertos tipos de homicidios los consagramos como derechos y los protegemos por ley [se refiere al aborto]”.
Algunos analistas, como Kengor, agregan datos estadísticos sobre los tiradores: suelen provenir de hogares destrozados (una mayoría en Estados Unidos) y donde faltó la figura del padre. De Prada lamenta que cierto darwinismo cultural todavía alimente las creencias de “grupos raciales superiores” que, dentro de la “supervivencia del más apto”, deben desechar a los “grupos raciales inferiores”. Y he oído a no pocos autores quejarse de que, para evitar la lucha de clases económicas, los poderosos han inventado la lucha entre razas, géneros y grupos culturales. Así, los “blancos” pobres no se rebelarán contra sus explotadores sino contra los falsos enemigos que les han hecho creer. Yo agregaría a todo esto la polarización e irracionalidad en los debates políticos y culturales, lo cual no puede achacársele del todo a Trump, porque le antecede: previo a él se daba ya la “political correctness” que considera “a priori” ciertas posturas como incuestionables.
Por Arturo Zárate Ruiz