Home > Análisis > Categoría pendiente > Judas, Alí Agca, negocio y… algo más

Judas, Alí Agca, negocio y… algo más

Image

¿Cómo explicar entonces el alcance mediático alcanzado por la publicación de este manuscrito? El motivo es triple: el primero económico, el segundo ideológico y tercero espiritual.

Cuando en Junio del 2000 el Papa “desclasificaba” el tercer secreto de Fátima, dando a conocer que se trataba de una profecía en la que un obispo vestido de blanco caía bajo las balas, Alí Agca, el autor del atentado del 13 de Mayo de 1981 en la plaza de San Pedro del Vaticano, aprovechaba la circunstancia para declararse una víctima inocente del destino, ya que él solo había sido la pieza elegida por la providencia para el cumplimiento de la profecía.  Su “apelación”, lógicamente, no prosperó; y al margen de algunos comentarios irónicos por la oportunidad de su ocurrencia, nadie tomo siquiera en consideración la sola posibilidad de reabrir el caso del terrorista turco.

Pero ahora resulta que, el National Geographic, en vísperas de Semana Santa y con el rumor de fondo de El Código Da Vinci, anuncia a bombo y platillo la publicación de un manuscrito copto conocido como el “Evangelio de Judas”, perteneciente a una secta gnóstica herética del siglo II –los cainitas-. El tal documento, presenta a Judas, el Iscariote, como el más santo y perfecto de los apóstoles, ya que fue el instrumento divino para la salvación del mundo. En labios de Jesús se pone la siguiente frase: “Tú, Judas, serás superior a todos; a través de ti sacrificaré al hombre del que me visto”.

Es típico del pensamiento gnóstico, dentro del cual estaba encuadrada la secta cainita, autora de este manuscrito, la concepción determinista de la historia que anula la libertad del hombre. Nosotros, los cristianos, creemos que Dios es “omnisciente”; es decir, que conoce el pasado, presente y futuro; pero añadimos que eso no supone que el conocimiento de Dios condicione nuestra libertad. Es verdad que nuestra historia personal está inmersa en los planes providentes de Dios; pero cada uno es responsable de sus actos y es sujeto activo de su destino. Al contrario de lo que piensan las herejías gnósticas, Dios es el mayor defensor de la libertad del hombre.

Partiendo de sus principios deterministas, los cainitas, al igual que muchas de otras herejías de tendencia gnóstica, profesaban una gran veneración por los personajes condenados en la Biblia: Caín, Esaú, Judas, etc… y, ¡a buen seguro que hubiesen sido los mejores mentores del turco Alí Agca! Un auténtico batiburrillo de pensamiento, que tenía su raíz última en la concepción dualista de la existencia. Mientras que los cristianos creemos que Dios creo todo bueno, y que fue nuestro pecado el que introdujo el mal en el mundo, las herejías gnósticas piensan que hay dos dioses: el Dios del bien y el dios del mal. Las cosas espirituales son creadas por el primero, mientras que las materiales son fruto del dios malo. Hasta tal extremo llegan en su concepción dualista entre materia y espíritu, que incluso condenan la sexualidad, la misma procreación, y hasta la propiedad privada. ¡Todo eso es carnal y hay que desprenderse de ello! Así entenderemos la frase que antes hemos citado: “Tú, Judas, serás superior a todos; a través de ti sacrificaré al hombre del que me visto”; es decir, Jesús suspira por desprenderse de su condición humana, como si de un disfraz se tratase. El pensamiento gnóstico conduce a negar la encarnación, haciéndose más anticristiano, si cabe.

Y lo más curioso de este auténtico lío de ideología gnóstica, es que su concepción negativa de todo lo material, no les lleva precisamente a poner más resistencia al mal, como hubiese parecido lógico; sino que al mismo tiempo caen en un sentimiento fatalista de la existencia. Como estamos determinados por el destino y no tenemos libertad de elección, pues entonces “barra libre” para todo tipo de depravaciones… ¡Viva Judas, Caín y todos los malvados de la historia!
Pero hay más todavía: este manuscrito del siglo III o IV, traducción al copto de su original griego del siglo II, ya fue comentado y rebatido como herético por San Ireneo en el año 180, en su libro “Contra los herejes”. Por supuesto, no nos descubre ninguna fuente nueva para conocer a Jesucristo, sino que al leerlo directamente, nos confirma los motivos por los que San Ireneo incluyó a esta secta en la categoría de hereje. Ni que decir tiene que las posibilidades de que ese manuscrito fue escrito por el apóstol Judas son inexistentes; entre otras cosas porque mientras Judas se suicidó en el año 33, el original griego del manuscrito copto que ahora se da a conocer puede estar escrito casi un siglo y medio más tarde. Sería como si uno de nosotros escribiese ahora un texto sobre la Guerra Civil de los Estados Unidos y pretendiese presentarlo como una fuente histórica.

¿Cómo explicar entonces el alcance mediático alcanzado por la publicación de este manuscrito? El motivo es triple: el primero económico, el segundo ideológico y tercero espiritual. Una publicación de este tipo, lo lógico es que hubiese tenido una tirada muy corta, destinado a los especialistas en literatura gnóstica y por los estudiosos de la patrística de los primeros siglos. Y ahora resulta, que el “National Geographic” tendrá una difusión millonaria, por el morbo de estar ofreciendo un supuesto “descubrimiento sensacional que cambia la concepción del cristianismo”. ¡Se van a forrar a costa de la ignorancia de muchos, y de la hábil destreza de unos pocos para lanzar de forma periódica reiterados  “hallazgos novedosos” que supuestamente socavarían  las bases de nuestra fe católica! Lo importante de esta estrategia suele ser el impacto del lanzamiento, y no tanto el seguimiento posterior de la noticia.

Pongo un ejemplo de lo anterior, el año 2002 se servia “un auténtico notición”: ¡se había encontrado en Israel una urna funeraria con una inscripción en arameo en la que se leía: “Jacob, hijo de José, hermano de Jesús”! El supuesto hallazgo tuvo una resonancia muy grande, porque parecía demostrar que la Virgen María tuvo más hijos; y, a partir de aquí, se creaba un clima de desconfianza hacia la predicación tradicional de la Iglesia. Aquel hallazgo dio lugar a múltiples tertulias radiofónicas y televisivas de cariz crítico, fue también un caldo de cultivo inmejorable para la extensión del género literario de novela exotérica anticatólica, al estilo del Código Da Vinci. Pues bien, dos años más tarde, un tribunal Israelí condenó a un tal Oded Golan, un rico coleccionista, por haber falsificado aquella urna funeraria, haciéndonos creer que era una reliquia bíblica. Evidentemente, de lo segundo prácticamente ni nos enteramos.

Más allá de la denuncia del afán de enriquecimiento a costa del engaño de las masas, es también necesario caer en cuenta que la proliferación de los Códigos Da Vinci de turno, la extrapolación y tergiversación de cualquier hallazgo arqueológico o documental, las falsificaciones interesadas, etc…, forman parte también de un ataque calculado contra la fe católica. Nuestra cultura se está convirtiendo en la cultura de la duda sistemática y del relativismo. Como el cristianismo se presenta como el último  reducto que se resiste a ser absorbido por la cultura dominante, los ataques que se le dirigen son tan fuertes como sofisticados… No podemos ser ingenuos ante la realidad de la dictadura del relativismo.

Añádase a lo anterior que esta tendencia actual de la “new age”, que en el fondo es una reedición del gnosticismo de los primeros siglos, responde al deseo de todo ser humano de adentrarse en lo misterioso y lo espiritual. Bien es cierto que el hacerlo de esta forma, lleva consigo el inevitable peligro de deformar el misterio a la conveniencia e ideología dominante. Pretenden llenar el espacio de la religiosidad natural del ser humano, pero desligándolo de todo compromiso moral, personal o social. ¡Siempre vendrá algún libertador al modo de “escritor e investigador”, que nos anuncie que ha encontrado algún manuscrito secreto custodiado por los templarios, gracias al cual podamos abrir los ojos y descubrir que nuestros antiguos compromisos morales y eclesiales eran un mero invento de algún cardenal malo! Es la perfecta “religión Light”: se sacia la curiosidad por lo trascen¬dente, liberándonos al mismo tiempo de cualquier compromiso de vida. El fenómeno sería cómico, si no fuese realmente trágico, porque hemos conocido a más de un creyente poner en duda sus convicciones de fe.