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El sello del cristianismo es el servicio

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La Semana Santa es un itinerario de toda la vida cristiana, en la que el jueves nos recuerda el servicio a todos nuestros hermanos, sin importar la condición de sus sandalias, calzado, credo, filiación política y condición social.

 

La gran mayoría de los seres humanos usamos algún calzado, que nos proteja del árido suelo, del frío o del calor. Según la condición social y económica de cada uno, es que se adquiere este bien material, que desafortunadamente, muchos hermanos nuestros no tienen. Según la cultura y la época, el gusto y la etiqueta, es que los pies de la gente andan su propio paso por la vida.

Es así que encontramos calzado tan simple y sencillo como lo es un par de huaraches, hasta un par de zapatos, ultrafemeninos y lujosísimos, confeccionados en platino y decorados con 642 rubíes que valen más de un millón y medio de dólares -unos 19 millones de pesos- Hay otros zapatos dignos de mencionar: por ejemplo, los de los papas son de color borgoña, comunes, sin ningún otro distintivo, que fueron confeccionados por la casa Gammarelli, que tradicionalmente se ocupó del vestuario del Sumo Pontífice. Otros de sumo interés, fueron los que supuestamente llevaba Oetzi, el llamado “hombre de las nieves” -zapatos que reprodujo el checo Petr Hlavacek, experto en calzado- de más de 5 mil 300 años, cuando se derritió un glaciar en los Alpes italianos. Y así, una enorme lista en la historia del calzado, que el año pasado en Estados Unidos alcanzó ventas por 17 billones de dólares, sólo entre calzado femenino.

Seguramente, las sandalias que los Apóstoles traían eran muy similares entre sí, dada la condición de la mayoría de ellos, salvo Mateo –cobrador de impuestos- y dada la época y lugar. Por otra parte, una forma de dar acogida al que venia de lejos, era mandar a los sirvientes a lavar los pies del peregrino, costumbre judía que quizá los apóstoles no podían repetir, por no tener sirvientes. Pero Jesús, sí lo hizo. Después de levantarse mientras cenaba y quitarse el manto, se puso a lavarles los pies a sus discípulos (Cfr Jn 13,4-5) y les dijo: “si yo siendo el Señor y Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros” (Jn 13,14)

La Semana Santa es un itinerario de toda la vida cristiana, en la que el jueves nos recuerda el servicio a todos nuestros hermanos, sin importar la condición de sus sandalias, calzado, credo, filiación política y condición social. La actitud humilde de Jesús y la acción concreta de su parte, nos recuerdan que el servicio es el sello indeleble del cristianismo. No hay verdadera autoridad –en la Iglesia y fuera de ella- sin auténtico servicio; no hay verdadera caridad sin servicio alegre; no hay camino a la santidad si sólo vivimos para nosotros mismos. Que nuestro servicio no vaya a ser sumisión ante el que más tiene e indiferencia con los más pobres, que no tienen como retribuirlo. Ojalá que la diferencia de calzado –condición social- de nuestros hermanos no limite o motive nuestro servicio; ojalá que el móvil verdadero sea en todo momento, la dignidad propia de los hijos de Dios y dignidad humana, en cada uno de nuestros semejantes. Ojalá, que no nos olvidemos de servir en especial a tres personas: a los más necesitados, a quienes no nos agradan y a los que nos hacen algún mal; ojalá que tengamos presente, que los dones recibidos no son plataforma curricular –social o eclesial-, sino para ponerlos al servicio de los demás y que sólo así fructificarán.

Queridos hermanos, el Señor Jesús ¡Resucitó!, dejemos que nuestro cuerpo se consuma en el servicio, y nuestro corazón en Jesús Sacramentado. No importa el calzado que traiga, lo que verdaderamente vale la pena, es hacia dónde se encaminan sus pies. “Les he dado un ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes… Pues bien, ustedes saben estas cosas: ¡felices si las ponen en práctica!” (Cfr. Jn 13, 15-17) Dios les cuide y anime siempre.