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Al descubierto: otra de las grandes mentiras

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Hace unos días, sin embargo, una de sus más acérrimas defensoras y practicantes de entonces apareció en el Sunday Times para denunciar que el sexo libre, sin vinculación con el amor, es la mentira más poco piadosa del mundo.

 

Los que ya pasamos del medio siglo aún podemos recordar cómo empezó su fase decisiva. Los más jóvenes sólo son conscientes de los efectos que él desencadenó. Me refiero al movimiento en pro de la liberación sexual, a mediados del siglo XX. Los hippies con su invitación a "hacer el amor y evitar la guerra", y los eventos musicales como Woodstock y sus clones, fueron grandes favorecedores de esa causa. Al principio, casi todo mundo- excepto, claro, los "sectores tradicionales" del cristianismo- sintió que había por fin llegado el momento de romper los grilletes de la esclavitud moral y dejar que cada quien hiciera lo que se le pegara la gana. Grupos de mujeres que durante años habían demandado que la sociedad reconociera al "sexo débil" los mismos "derechos" sexuales de los que gozaban los varones, se sintieron reivindicadas y empezaron a disfrutar plenamente de esa recién conquistada libertad.

El sexo fortuito, fugaz, había llegado, disfrazado de verdad irrefutable. Hace unos días, sin embargo, una de sus más acérrimas defensoras y practicantes de entonces apareció en el Sunday Times para denunciar que el sexo libre, sin vinculación con el amor, es la mentira más poco piadosa del mundo. Dawn Eden, periodista que cubrió por años la escena musical, aprovechó su "libertad" y su cercanía con los famosos del rock para satisfacer, sin costo aparente, cualquier antojo sexual. Era aquello, como ella misma escribe, "un cuento de hadas", con vinculaciones sentimentales de fantasía. Pero llegó un momento en que cada separación, luego de su correspondiente noche de juerga, empezó a doler más que la anterior, y a causar miedo. Dolor de saberse usada y miedo de que los sentimientos que cada relación producía, y que se supone que el sexo debe despertar y fortalecer, no iban a tener continuidad.

Amor y matrimonio, que siempre habían sido los enemigos a vencer en aras de la "libertad" personal, se vieron entonces desde otra perspectiva: como una necesidad de la naturaleza humana, y femenina en especial. La mujer, dice la periodista a partir de su experiencia, está hecha para ser "vaso" que debe ser llenado con amor, y que evidentemente el sexo fortuito no puede dar.

Curiosamente, la metamorfosis de Dawn Eden comenzó con la lectura, sugerida por un músico de rock, de "El Hombre que fue Jueves" de G.K.Chesterton. Ahí se dio cuenta ella que el cristianismo no era necesariamente el aguafiestas de la humanidad a quien ella y sus colegas liberacionistas habían llegado a odiar; que, por el contrario, tenía mucho que decirles sobre la verdadera libertad y satisfacción. Después de un tiempo de crisis morales y espirituales, Dawn, que había nacido en un hogar dividido, de padres judíos, terminó "poniéndose de rodillas y orando", y bautizándose en la Iglesia Católica. Y es ahora una de las grandes proponentes de la castidad como forma válida y deseable de vida para las mujeres, y los varones, lo que le ha atraído el rechazo de sus antiguos amigos e incluso la pérdida de oportunidades laborales. Recogió sus reflexiones al respecto en un libro: "Lo emocionante de la castidad, o cómo lograr la satisfacción sin quitarse la ropa" (The thrill of the chaste: finding fullfillment while keeping your clothes on). Ahí afirma: "Los paladines de la revolución sexual son cínicos. Saben en sus corazones de hojalata que la promiscuidad sexual no hace felices a las mujeres. Por eso sienten la necesidad de promoverla continuamente".