Que seamos capaces de ayudar a otros a caminar con sus propias debilidades, pues las debilidades compartidas nos hacen Iglesia humilde.
Los elefantes son capaces de cargar sobre su espalda, cientos de toneladas. Aunque esto parece sorprendente, por el peso que pueden llevar sobre sí, sólo son capaces de cargar un 25% de su propio peso. En cambio, las hormigas devoradoras de hojas, pueden cargar hasta 30 veces su propio peso. Es claro que en esto no estamos comparando el peso real que cada animal carga, sino qué tanto carga en relación con su propio peso. Pero aún hay más. El escarabajo rinoceronte (Oryctes Nasicornis), es un insecto de color negro, que deposita sus huevos en árboles en proceso de descomposición, cepas u otro tipo de vegetación. Las crías o larvas, al salir del huevo y llegar a su tamaño máximo entran en una metamorfosis, por la cual se transforman en escarabajos. Este animal, que se alimenta sobre todo de frutas podridas y savia, llega a vivir hasta cuatro meses; mide no más de 4.5 centímetros y pesa poco menos de una onza. Pues bien, este es el animal más fuerte del mundo, ya que es capaz de cargar más de 800 veces su propio peso.
¿Se imagina usted, que el ser humano fuera capaz de cargar al menos 20 veces su propio peso? Nos ahorraríamos muchas veces el coste de la mudanza y otras muchas cosas. Pero en el plano moral o espiritual, ¿seremos capaces de cargar al menos con nosotros mismos? Habrá usted escuchado a alguna persona decir: “esto es mayor a mis fuerzas”, “esta situación me rebasa” Muchas de las veces en la vida cotidiana, -máxime si la fe se reduce a una aparente tranquilidad cuando todo está bien-, la gente se siente rebasada por los problemas, la soledad, la angustia, la desesperanza. No es raro escuchar, incluso a hermanos de Iglesia, lamentarse, sin ánimo de ir adelante y hasta renegando de Dios porque “no le escucha” o diciendo “dónde está Dios en estos momentos”
Hay dos puntos que deseo reflexionar al respecto. Por un lado, la certeza personal de que Dios se hace presente en la vida diaria y todas sus vicisitudes. Las palabras de nuestro Señor Jesucristo, para semejantes situaciones son muy claras: “A todo aquel que esté cansado y agobiado, venga que yo aligeraré su carga” (Mt 11,28). Basta con abandonarse, con entregar la pequeñez propia para descubrir lo Grande que Él es. Basta con hacer la prueba para ver que bueno es el Señor (Cfr. Sal 34,9) pues además, no hay prueba mayor a nuestras fuerzas (Cfr. 1 Cor 10,13)
El segundo punto, es que no caminamos solos. No podemos ignorar que hay hermanos que caminan el mismo rumbo y que pueden sentirse sin ánimos. San Pablo nos da una recomendación muy al grano: “sostener a los más débiles” (Cfr 1 Tes 4,14) ¿Cómo podremos hacer Iglesia si nos olvidamos de los más débiles? ¿Cómo decirnos Iglesia si nos desagrada e incomoda el que se equivoca, el que es más débil en su fe y su esperanza? ¿Cómo decir Padre Nuestro cuando muchos hermanos –en casa, el trabajo y comunidad- se van alejando poco a poco, y nuestra valiosa aportación es: “ni modo, se alejaron de Dios” Si nos jactamos de una aparente fortaleza espiritual recordemos: “Hermanos, en el caso de que alguien caiga en alguna falta, USTEDES QUE SON ESPIRITUALES, enderécenlo con espíritu de bondad” (Gal 6,1) Y, esto sólo será si todos los días tenemos presente a Dios en nuestra vida, como el Profeta Isaías: “El Señor Yavé me ha concedido el poder hablar como su discípulo. Y ha puesto en mi boca las palabras para aconsejar como es debido al que está aburrido. Cada mañana Él me despierta y lo escucho como lo hacen los discípulos” (Is 50,4) Ojalá queridos hermanos, que seamos capaces de ayudar a otros a caminar con sus propias debilidades, pues las debilidades compartidas nos hacen Iglesia humilde.