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Por los cielos con Maricielo

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¿Tú también hablas con Dios? Desde su nacimiento el hombre es invitado al diálogo con Dios.

 

Subió con su mamá al avión. Se sentó junto a mí, que estaba al lado de la ventanilla. Se echó la bendición cuando el avión comenzó a deslizarse por la pista y se lanzó a los cielos del Perú. Fuimos en silencio hasta que nos sirvieron el refrigerio y con él una tarjetita para ver a quién le tocaba la suerte de conseguir una gorra, un maletín.

Maricielo (que luego supe que así se llamaba), después de raspar la suya y la de su mamá me preguntó: ¿y a ti no te ha tocado?

Con esas palabras sencillas comenzó la conversación que se fue haciendo cada vez más interesante. Fiorella (que tiene los dos nombres; Fiorella la llamó su papá y a su mamá le gustó llamarla Maricielo) comienza:

– ¿Eres sacerdote?
Después de mi respuesta afirmativa, volvió a preguntar:

– ¿Tú sabes todo lo de Dios?
– Todo no, pero un poquito sí.

La niña, creo que me dijo que tenía 9 años (o quizá 11), añadió muy interesada:
– ¿Y tú hablas con Dios?

Mi respuesta no fue fácil, tuve que pensarla, para luego decirle:
– Sí, hablo con Dios; yo le cuento mis cosas y él me contesta por medio de la Biblia. La oración es algo muy bonito: “A Dios le hablamos cuando rezamos y Él nos contesta cuando leemos la Biblia”. ¿Tú también hablas con Dios?

– Sí, yo también hablo con Dios. Luego volvió el diálogo más simple.
– ¿Y tú dónde naciste?

Le dije que en Madrid y que llevaba 44 años en el Perú. Y tú eres piurana.
– ¿Cómo lo sabes tú?

Me olvidé de decirle a Fiorella Maricielo, y se lo quiero decir ahora, porque han de saber que al poco tiempo me preguntó: ¿y tú tienes e-mail? Al decirle que sí me lo pidió y me prometió escribirme y como estoy seguro de que me escribirá, encontrará también este artículo con el pensamiento que entonces no pude decirle:
– “Desde su nacimiento el hombre es invitado al diálogo con Dios”.

Estas son palabras del Vaticano II y esto quiere decir que desde pequeñitos, iba a decir que desde el seno materno, cada uno de nosotros está invitado a hablar con Dios, algo así como la Biblia dice de Moisés: “Moisés hablaba con Dios, cara a cara, como un amigo con su amigo”.

La conversación se fue alargando, sostenida por el candor de una pequeña y el respaldo de su discreta mamá que al final me habló de un padre Alemany que se fue a Chachapoyas y que resultó que ese padre era el que estaba sentado junto a su hija.

Y ahora me permito preguntarles a ustedes, amigos que me están leyendo, la misma pregunta que me hizo la pequeña: ¿tú sabes todo lo de Dios?

O si prefieren, cambiamos la pregunta por otra un tanto más fácil: ¿qué sabes de Dios? Porque Dios es maravilloso. Conocer a Dios es vivir en un continuo descubrimiento. Conocer a Dios y hablar con Él es una aventura que empieza en el tiempo y que jamás terminará porque ha de prolongarse por toda la eternidad.

Recuerda, amigo, que la vida eterna consiste en “conocerte a ti, Padre, y a tu enviado Jesucristo”: conocer al Dios uno y trino. Al Dios que es puro amor. Al Dios que es misericordia y justicia, al mismo tiempo. Conocer el amor infinito del Padre que nos entregó a Jesús por obra del Espíritu Santo en el seno de Santa María; Tener hambre de conocer a Dios es tener hambre de ser feliz y, en la medida que lo conocemos, satisfacemos esa hambre de infinito que llevamos en el corazón.