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No podemos seguir siendo unos desconocidos

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Desconocido es todo aquel que en nada le importa la otra persona. Es el que se lo ha tragado el cemento, la estructura, la comodidad, la indiferencia y "ese a mí no me importa".

Padre Marcelo Rivas Sánchez (Venezuela)

La gente habla de la comuna al mejor estilo de la vecindad del chavo donde todos se enteran y todos saben meterse en todo. Pero aquí lo importante no es ser un metiche, sino saberse agrupar para triunfar. Me estoy refiriendo a la parroquia, como foco de fe que humaniza y alienta al caminar. Ella es la salvación para que no seamos tragados por la inmensidad de la ciudad. Cabe aquí afirmar que estas dimensiones parroquias del barrio son los mejores lugares para la convivencia, pero de seguir dividiendo a la ciudadanía, nos quedaríamos sin esta herramienta.

Pareciera que en este estado de cosas se va desdibujando la idea de parroquia donde a esta altura, de la situación actual, nadie parece conocer a nadie, nadie mira a nadie, nadie escucha a nadie… A tal punto que, hoy en día, se limita a vivir y a cumplir cuando alguien muere, como es el caso de nuestro buen amigo Pedro Bastardo, a un año de su muerte, nadie se preocupa, nadie lo comenta, nadie le interesa si se ha hecho justicia.

Observamos una enorme soledad donde cada uno debe arreglársela como pueda. Si no eres socialista o partidario de lo único no gozará de bienes, ni mucho menos de beneficios. Cabe aquí la pregunta ¿De segur así, quedará en cada parroquia puro cemento y ladrillo?

En la parroquia que yo nací había una autoridad con autoridad. Unos servidores públicos que servían por su condición vocacional. Jamás por patrones politiqueros y mucho menso despreciando a unos y apoyando a otros. Era una pequeña comunidad con problemas pero se tenía a donde recurrir y por lo menos nos colocaban en la agenda y llegados a un tiempo nos atendían. Ahora si el poder viene de lo más alto "dedocracia" se podrán resolver los problemas. Miremos, hoy en día, a la parroquia o comunidad de Caigûire "Da vergüenza su estado y condición"

Estamos creciendo en medio de desconocidos. Gente que ha venido de afuera y con ideas diversas para hacernos caminar un camino que para todos es desconocido. Hasta el punto que ellos mismos ni lo saben, ni conocen cual es su objetivo.

Aquí en Caigûire los problemas crecen porque son desconocidos los que se dicen dirigentes. Y digo desconocidos porque ya no se acuerdan de sus correrías por las calles de la parroquia y mucho menos de su pobreza y comienzos. Todos los conocen y cuando la gente quiere reclamar enseguida los intimidan y les obligan a callar para hacerlo después.

Me cuentan los más antiguos de Caigûire que antes había convivencia, amistad donde compartían todo y si conocían de verdad el sentido de la solidaridad. Hoy en día se quedan en el rito de ir al entierro o participar en una fiestecita infantil. Cómo si todo estuviera limitado al interés de devolver lo que se ha recibido: la compañía en el dolor y el regalo de un cumpleaños.

Esa cercanía se pierde incluso a nivel de la propia familia, pues ya no comparte, ya nos e reúne, es decir que ya no se sienten que pertenecen a una familia. Ha sido devorada por la gran ciudad.

En esa parroquia, lugar para el encuentro y el amor en Jesucristo, se fundan las mejores relaciones y los más bellos actos de solidaridad y de aprecio, pero si no la cambian por una comuna donde lo importante es la política y el bendito ingrediente el socialismo, tendría que preguntarme. ¿Acaso los revolucionarios de la parroquia son mejores que los opositores? Nada de eso. Todos estamos divididos y nos miramos pero no nos tragamos. Ahora con esto que acentúa la división y la lucha será mucho más peor.

Realmente es algo muy triste y colocaríamos en un saco roto la fuerza del encuentro con Jesucristo en esa forma natural de la evangelización. Perderíamos el ambiente de cercanía y aparecería, con mayor fuerza, el miedo, pues esos llamados comités de defensa a la revolución "Soplones" venderían el alma a cualquiera por un plato de lentejas.

Un ejemplo vivido es como los llamados chapistas se colocan a la defensiva cuando nos corresponde como sacerdote, ciudadano y miembro de la parroquia explicar la reforma constitucional. No les gusta. ¿Cómo si ellos ya la han estudiado y sacado sus consecuencias y beneficios? Simple y llano fanatismo que salpica y va en contra porque así lo manda el líder y punto. Esa forma será la tónica dentro de la parroquia donde se verdad todos saben como se cocinan las caraotas.

Ya no es al dimensión espiritual o una mera salvación. Es un camino que todos en unidad y mucho cariño nos tomamos de la mano y avanzamos. Es una parroquia abierta al barrio, a la comunidad. Que haga las veces de casa común o de fuente de la plaza a la que pueden ir todos a beber. Es la parroquia el mejor lugar para hacer misión, es decir, salir en busca de los más lejanos. No es simplemente que ese se asome para saludarlo, hay que buscarlo y llenarlo con nuestras sonrisas y esperanzas.

Una parroquia que no sirva para relacionar y abrazar, se convierte en simple muralla llena de fachada y cemento.

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