Nos encanta estrenar, digo, y pienso cómo hemos armado el calendario de nuestras vidas de tal forma que, cada equis tiempo, creemos que empieza la vida y con ella nuevas oportunidades.
A nosotros nos encanta estrenar de todo: ropa, juegos, libros, trabajos, amistades…
Recuerdo siempre cómo celebraron en una familia la fiesta de la mamá.
Entre aplausos, los hermanos mayores trajeron una gran caja, con un lazo más grande todavía y la colocaron en medio. Era el regalo para la mamá en su cumpleaños.
La mamá, ayudada por su esposo, abrió la caja con gran ilusión y al abrirla se encontró con que salía de dentro su hijito pequeño de tres años que se le echó al cuello y mutuamente se comían a besos.
Había que ver el rostro gozoso y sonriente de aquella mujer que parecía que había dado a luz de nuevo a su hijito más pequeño.
Antes de seguir adelante, será bueno que nos detengamos a pensar que el regalo más grande siempre somos las personas (hijos, padres, amigos…).
Nos encanta estrenar, digo, y pienso cómo hemos armado el calendario de nuestras vidas de tal forma que, cada equis tiempo, creemos que empieza la vida y con ella nuevas oportunidades.
Y es cierto.
Sin embargo, esto tiene un inconveniente: Cada año que pasa nos queda uno menos por vivir.
Una vez más tenemos la oportunidad de estrenar la quinta parte de un lustro.
Nosotros podemos hacerlo nuevo.
Por mi parte te lo deseo “Nuevo y Feliz”, muy feliz.
Cuando los niños de hoy reciben un regalo se ilusionan un rato, lo llevan de arriba para abajo, no se desprenden de él quizá ni para dormir la primera, segunda, tercera noche y luego (la mayor parte de ellos) busca en las entrañas del juguete por qué se mueve, por qué canta y lo deja desecho y se va buscando otros juguetes… quizá los de siempre.
No faltan, sin embargo, los niños cuidadosos que mantendrán su juguete, su muñeca, con cuidado y cariño todo el año.
Tú vas a estrenar 365 días que Dios pone en tus manos con un papel de regalo que es su amor de Padre. Él te dice con cariño:
“Aprovéchalo. Es uno de los talentos que yo pongo en tus manos para que lo negocies y puedas presentarme la ganancia cuando nos encontremos”.
Aunque la vida siga igual… Y no tengas todas las oportunidades que quisieras, ni puedas cambiar de año más que cambiando el número del día y el nombre del mes, te aconsejo que planifiques con novedad e ilusión al menos unos detalles importantes.
Planifica qué vas a regalarle a Dios cada día, cada domingo, cada mes…
Él, que te lo da todo, espera de ti alguna sorpresa. Piensa que no hay un papá mas bueno.
Planifica también mejorar las relaciones con tus familiares, amigos, compañeros de trabajo. Llévales perdón, alegría y siempre una sonrisa nueva y acogedora.
¡Ah! Y no te olvides de ti mismo.
Planifica cómo crecer (algo así como cuenta el Evangelio de San Lucas respecto a Jesús) en sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres.
¿Y por qué no? pidamos a Dios que mueva a quienes dirigen la Iglesia para que se mantengan en fidelidad y entrega al Reino de Dios y a los compromisos que adquirieron con él.
Pidamos por los gobernantes para que decidan preocuparse, valiente y sinceramente, del bien del pueblo que les confió la República, la región, la municipalidad, la empresa, el colegio…
Pidamos que cada uno trabaje en conciencia para que podamos destruir la corrupción que quiere acabar con la paz.
Pidamos más amor por la vida para derrotar la cultura de muerte que nos amenaza.
Pidamos salud para nuestros enfermos, serenidad y paz para nuestros ancianos y pan y trabajo para quienes no lo tienen.
En felicidad y paz construyamos entre todos un año, nuevo y mejor.
(Publicado originalmente el 10 de enero de 2005)