Existe en el corazón del hombre un hambre continua de saber, de encontrar, de descubrir. Una mentira puede engañarnos durante un tiempo, pero tarde o temprano llega la hora en la que queda al descubierto.
Muchas ideas que repetimos, que pensamos, que usamos, vienen de otros, aunque no siempre lo reconozcamos.
Somos como pequeños repetidores, a veces no muy fieles, que simplifican, amplifican o conservan afirmaciones surgidas desde la inteligencia y el corazón de personas conocidas o desconocidas, de nuestro tiempo o de épocas más o menos remotas.
La existencia de los planetas, el tamaño del sol, las noticias sobre lo que ocurre en China o en Sudáfrica… Miles de datos, miles de frases, miles de ideas, nos llegan a través de libros o de radios, de televisores o de internet; o simplemente desde las palabras de un amigo que nos explica temas importantes desde lo que él ha escuchado o leído en algún sitio.
Otras veces, las ideas surgen desde nuestra propia experiencia, son el resultado de reflexiones personales ante hechos y situaciones que afrontamos cada día.
Cuando contamos una fiesta, o explicamos lo que pasó en una conferencia, o informamos sobre cómo están los precios en el mercado, o decimos cuántos meses hay que esperar antes de ser atendido por un médico amigo…, estamos refiriendo hechos o situaciones que conocemos de primera mano, desde lo que vemos, oímos y tocamos mientras estamos en el camino de la vida.
Identificar quién nos dijo algo, de dónde viene una información, puede ser importante. Porque no todas las personas son igualmente dignas de crédito, porque hay quienes inventan noticias o adulteran los datos de la realidad, o porque simplemente corren, a lo largo y ancho del planeta, ideas repetidas una y mil veces que no tienen el más mínimo fundamento: son completamente falsas.
Existe en el corazón del hombre un hambre continua de saber, de encontrar, de descubrir. Una mentira puede engañarnos durante un tiempo, pero tarde o temprano llega la hora en la que queda al descubierto. Una verdad puede sobrevivir y salir a flote, incluso después de muchos años, si encuentra corazones honestos que saben transmitirla, o porque vale así, sin ayudas: lo blanco sigue siendo blanco aunque durante meses nadie lo recuerde.
Por eso nos interesa encontrar personas fidedignas, testigos auténticos, hombres y mujeres que nos permitan acercarnos a la verdad porque son honestos, porque también ellos quieren encontrar y transmitir ideas válidas, principios justos, conocimientos bien sopesados.
Por eso también nosotros estamos llamados a tener un alma transparente, una mente reflexiva y crítica, capaz de ofrecer, a quienes nos pidan una ayuda, a quienes viven a nuestro lado, ideas verdaderas que iluminen los corazones y las conciencias, que permitan dar la orientación correcta a la propia vida en las mil decisiones de cada día.
Por el Padre Fernando Pascual (Vaticano)