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La mentalidad anticonceptiva

La mentalidad anticonceptiva con frecuencia dirige e informa los aspectos morales de la vida de una persona. Como todas las ideologías, se trata de una manera estéril de pensar que desestima la evidencia cuando ésta entra en conflicto con la propia mentalidad. De esa manera conduce a conclusiones erróneas y comportamientos destructivos. No les presta atención a las consecuencias a largo plazo a medida que intenta resolver necesidades y situaciones a corto plazo. Eventualmente se convierte en algo habitual y es muy difícil de superar, porque es definida por una estructura de presunciones implícitas (y usualmente sin fundamento), de que “todo el mundo sabe que son verdad”.

Llega el momento en que la mayoría de los niños se da cuenta del hecho de que sus padres utilizan anticonceptivos. Los adolescentes se dan cuenta de que sus padres han separado el acto sexual de la procreación, ¿por qué entonces ellos no pueden hacer lo mismo?

Los niños que son católicos rara vez escuchan, si es que lo escuchan alguna vez, a un sacerdote decir que la anticoncepción es un acto mortalmente pecaminoso y físicamente peligroso. No hay duda de que una gran parte de la responsabilidad por la difusión de la mentalidad anticonceptiva le corresponde al clero. La gente joven ve la propaganda anticonceptiva por todas partes. Las clases de “educación” sexual en las escuelas públicas tratan el tema de la anticoncepción, o por lo menos una parte del mismo, en detalle. El mensaje es sutil, pero es martilleado implacablemente en las mentes de los jovencitos: “La anticoncepción es una parte esencial del estilo de vida moderno. Todo el mundo la usa”.

Las parejas de jóvenes casados (o, muchas veces, no casados) se acostumbran a usar anticonceptivos y eventualmente los ven como algo indispensable para su estilo de vida.

La mentalidad anticonceptiva se difunde no sólo por todo el alma de la persona, sino también por toda la sociedad. Si ello se permite, como vemos que ocurre en países moribundos, como los de Europa o Japón, las tasas de natalidad descenderán por debajo del nivel de reposición demográfica.

La raíz del problema es fácil de identificar. El acto conyugal tiene dos propósitos: procrear bebés y fortalecer el vínculo afectivo entre los esposos. Si uno de los dos aspectos, el unitivo (el vínculo afectivo) o el procreador (los bebés) es desestimado, el otro resulta ser irreparablemente perjudicado. Y el propósito mismo y la propia promesa de tanto el acto conyugal como del propio matrimonio no se cumplen.

Si el aspecto procreador del acto conyugal puede ser eliminado, ¿por qué no el unitivo? Donde quiera que la aceptación de la anticoncepción se difunda a gran escala, la legalización del divorcio se convierte en su eventual secuela. Una vez que el divorcio se ha hecho presente, le sigue la legalización del aborto. A éste, a su vez, le sigue el infanticidio de los recién nacidos incapacitados. Luego sigue la eutanasia, o la mal llamada “matanza por piedad”, de los ancianos y los gravemente incapacitados.

Si el aspecto procreador del acto conyugal puede ser eliminado, ya no importa con quién la persona se ha unido. Por ello es que hoy vemos una promoción en el mundo occidental del “matrimonio” homosexual. A la gente que acepta la anticoncepción como un “derecho”, se le hace particularmente difícil debatir el tema de las uniones antinaturales.

El asunto que debemos aprender está claro. Solamente podremos contener el mal, si enseñamos a la gente a ser virtuosa. No podremos vencer el mal simplemente echando la virtud a un lado e intentando suprimir sus consecuencias por medio de la tecnología.

El Dios que crea es el Dios que revela. De manera que no puede haber un conflicto entre la ciencia y la fe católica. Ello significa que la doctrina de la Iglesia está en armonía con los hallazgos objetivos de la ciencia, incluyendo la psicología. De manera que no debe sorprendernos el hecho de que los que se adhieren a la ley natural son mucho más felices que los que no lo hacen. Es cierto que el negarse un bien particular, por un motivo particular – digamos, la abstinencia periódica en el matrimonio por serios motivos – es difícil. Pero, con el tiempo, la gente que vive según la ley de Dios y la naturaleza se da cuenta que es más feliz, y que está más contenta y libre de preocupaciones.

Este principio se manifiesta de muchas maneras. Por ejemplo, los hombres y las mujeres que se abstienen de relaciones sexuales antes del matrimonio y que luego permanecen fieles y fecundos en él, tienen un índice de divorcio de aproximadamente el 6%; mientras que más de la mitad de los matrimonios en los que los cónyuges estaban sexualmente activos antes de casarse y utilizaron anticonceptivos se divorcian.

Nuestra misión fundamental es establecer la Cultura de la Vida haciendo “discípulos de todas las naciones” (Mt 28:19-20). Pero no podemos llevarla a cabo simplemente eliminando lo que está mal. Debemos lograrla por medio de la aceptación gozosa de lo que constituye un bien fundamental – en este caso, la fecundidad humana y el amor conyugal.

La evangelización para la Cultura de la Vida, por medio de los sacerdotes y los laicos, ya no es solamente un gran bien. Ahora se ha convertido en un necesidad, si es que vamos a sobrevivir. 

Brian Clowes, PhD
Director de Investigación y Capacitación de HLI

Vida Humana Internacional (VHI) es la sección hispana de Human Life International (HLI)
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