La fecha es inminente: Del 16 al 21 de agosto tendrá lugar la Jornada Mundial de la Juventud a la que ha convocado el Papa Benedicto XVI y tendrá lugar en Madrid, España, con el lema: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”.
Por otro lado, en nuestro País el Senado de la República aprobó declarar el 12 de agosto como “Día Nacional de la Juventud”.
Ambas fechas me mueven a dirigirme a ti, joven: a ti que eres joven y te conservas joven física, psicológica y espiritualmente; a ti que has dejado de serlo físicamente, pero lo sigues siendo en espíritu; también me dirijo a ti joven, avejentado por el abuso en el alcohol, la droga, el afán de placer, por el hastío que sientes de la vida.
Jesús de Nazaret, el que vive para siempre, es eternamente joven y te quiere joven, lleno de vitalidad y energía.
Además te quiere libre. “Para ser libres nos libertó Cristo”, dice san Pablo (Gálatas 5,1). Jesús mismo dice “la verdad los hará libres”. Y como Jesús se ha presentado también como la Verdad, crecer en el encuentro con Jesús nos hace más libres.
Libertad es constitutivo de humanidad. Pero no la libertad de realizar el propio capricho, sino la capacidad de ser lo que eres e ir alcanzando los ideales más nobles y apreciados a los que te sientes llamado a ser. Como posibilidad y capacidad de expresar todas las potencialidades dentro de ti: por una parte libre de inseguridades graves, del miedo a no poder, a fallar; libre de egoísmos; por otra parte, libre para buscar y mantenerte en la verdad, para hacer el bien, para ser solidario, para emprender tareas que den significado a tu vida y en que seas útil y valioso para los demás. Con una libertad que sea efectiva, no sólo de palabra y de imagen; también con una libertad que sea afectiva, que te llene y que con tu presencia llenes la vida de otras personas cerca de ti.
Jesús de Nazaret también te quiere responsable: capaz de responder. Para ello que primero seas capaz de escuchar y acoger los retos de la vida, de los demás, de tu conciencia, de Jesucristo que se te presenta a través de muchas mediaciones humanas y acontecimientos. Entonces sí, capaz de responder a esos retos, a esas tareas, comprometido ante cualquier situación, incluso la más extrema, en la que haya un precio que pagar, pero que vale la pena. Ten en cuenta que podemos no ser responsables de lo que sucede en torno nuestro pero que tiene consecuencias para nosotros (por ejemplo enfermedades, accidentes, lutos…), pero somos responsables de la postura y actitud que asumimos ante eso.
Sé responsable viviendo en plenitud: comprometido contigo mismo, con la vida. Convierte tu historia y tu persona en un don que has recibido de lo alto (de Dios en Cristo Jesús) y decide transformarla en un bien entregado, haciéndote cargo de la vida, del otro, aprendiendo de Cristo y viviendo a Cristo. De esta manera la felicidad, no buscada directamente, vendrá como consecuencia de vivir en plenitud con Cristo y como Cristo.