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No sueltes el poder

La prudencia es la virtud más apropiada para los gobernantes, sin ella es fácil que se cometan errores y que se abuse del poder.

La humildad es fuerte garantía del uso prudente del poder. Un dirigente humilde y prudente es una bendición para cualquier estructura humana, y un gobernante con esas cualidades es ejemplo edificante para su pueblo y garantía del Bien Común. Un gobernante humilde sabe respetar la dignidad de las personas, los considera cuidadosamente al tomar decisiones y aplicar los acuerdos alcanzados.

En la historia hemos visto surgir no pocos ejemplos de tales gobernantes, así: San Fernando rey de Castilla, San Luis rey de Francia, San Casimiro rey de Polonia, Santa Brígida reina de Suecia, Santa Isabel de Hungría, Tata Vasco obispo y civilizador de Michoacán, Robert Schumann primer presidente del Parlamento Europeo y nominado como “Padre de Europa”, Aldo Moro primer ministro italiano, Dag Hammarskjold Secretario General de la ONU, y muchísimos más que tendrían que ser mencionados, de países y culturas diversas.

Así podemos constatar que las virtudes no son ideales ilusorios, sino que han sido y serán realidades fácticas benéficas que impulsan e impulsarán el verdadero progreso humano.

Hoy conocemos ejemplos disímbolos de gobernantes que, por un lado, imprudentemente aferran con soberbia al poder y, por otro lado, lo saben dejar con prudencia y humildad.

Fidel Castro se apoderó de Cuba (apoyado en gran medida por el imprudentemente manejo de la soberbia diplomacia norteamericana), y su gobierno ha esclavizado a los isleños, eliminando las vidas de quienes se atreven a proponer democracia para el pueblo. Fidel no soltó el poder hasta que la decrepitud le obligó a pasarlo a manos familiares, como queriendo así seguir asegurando el disfrute del poder bajo el fraterno cuidado de Raúl. Pareciera que alguien le dice a Fidel: “no sueltes el poder”.

Algo similar estamos viendo en la persona de Hugo Chávez, gobernante que por medio de argucias populistas se apoderó del gobierno venezolano y quiso proclamarse su sempiterno gobernante, siguiendo claro las enseñanzas de vida que recibió de su tutor: Fidel Castro, a quien ha querido imitar hasta en el cuidado oportuno de designar a su sucesor para así cuidar su imagen y su vida, dejando el poder en manos fraternas y fieles a su persona. Parece que alguien le dice a Hugo: “no sueltes el poder”.

En abierto contraste con esos dos ejemplos, la humildad y prudencia de Benedicto XVI le llevan a dejar el servicio a la Iglesia universal con oportunidad. Hace cinco siglos (1405) que sucedió la última renuncia papal, y antes de esta sólo hubieron dos más (1032 y 1294). Benedicto XVI renuncia sin tener que esperar a que su debilidad física sea extrema, lo hace también en un  momento propicio para la transición hacia un nuevo pontificado.

La gran sabiduría filosófica y teológica de Benedicto XVI no lo aleja de la humildad (curiosamente esta palabra aparece repetidamente en sus obras y escritos, especialmente al referirse al diálogo entre la fe y la cultura actual); Benedicto XVI deja el servicio y humildemente se hace a un lado para que los cardenales elijan a su sucesor.

Fidel en la visita a Cuba le pidió orientación ideológica al Papa. Hugo ha invocado a Cristo para enfrentar su grave enfermedad. Todos debemos pedir a Nuestro Señor que escuche estas voces y que su misericordia cubra las posibles deficiencias de esas peticiones y búsqueda de la Verdad. Seguramente Benedicto XVI en su retiro para seguir sirviendo con la oración a la Iglesia, tendrá presentes a estos y a todos los gobernantes para que sirvan con humildad y prudencia a los pueblos que Dios les ha encomendado a través de los procesos políticos que les entregaron el poder, mismo que ojalá sepan “soltar” a tiempo.