El 11 de febrero es un día histórico que convierte a 2013 en el año de dos papas, así como 1978 lo fue de tres. Esta fecha también hace que la nuestra, sea una generación en la que nos ha tocado ser testigos de la renuncia del Romano Pontífice.
Durante el Consistorio Público Ordinario para las causas de canonización, el Santo Padre se expresó en latín para dar a conocer cuatro causales de su renuncia; dos causas -visibles para nosotros- de su decisión: “la edad avanzada” y “la falta de fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”; y otras dos causas que nos resultan invisibles.
Por la importancia histórica del acontecimiento, reproduzco enseguida el texto íntegro de la renuncia al solio pontificio de Benedicto XVI:
“Los he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicarles una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, les doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que han llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria”.
Las otras dos razones -invisibles por ahora- que el Papa deja entrever en el cuerpo del texto del anuncio de su renuncia, que le llevaron a tomar tan extrema decisión, son: “Rápidas transformaciones” en el mundo y “cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro”. Estas otras dos causales hacen que nos preguntemos cuáles podrían ser, para el Santo Padre, las “transformaciones” y las “cuestiones” que le impiden “gobernar la barca de san Pedro”.
El canon 332 del Código de Derecho Canónico establece, en su párrafo 2, que “Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente”. Benedicto XVI ha manifestado formalmente su renuncia y ha declarado que lo hace con plena libertad. Así cumple con ambos requisitos, pero es evidente que su decisión es muy cercana en el tiempo, pues renunciar en pleno Año de la Fe, convocado por él mismo, es muestra de que para el Santo Padre era urgente renunciar cuanto antes, sin esperar al término de esta celebración, que pasará a la historia como el Año de la Fe pero también como el Año de la renuncia del Romano Pontífice.
La renuncia de Benedicto XVI no ha dejado de provocar diversidad de interpretaciones libres y espontáneas. De inmediato surgieron argumentaciones que, sin sustento, suponen presiones curiales hacia el Obispo de Roma a fin de orillarlo a tomar esta decisión. La verdad es que este acontecimiento debe leerse con seriedad a la luz del Derecho Canónico; también de la Teología, las Sagradas Escrituras y la Escatología, materia en la que algunas profecías presentan a dos papas en Roma, en un futuro que, a muchos, les parece que se aproxima.