Reflexión dominical para el 20 de Julio de 2014
El Evangelio de este domingo nos trae varias parábolas con las cuales Jesús nos quiere explicar qué es el Reino de Dios.
Y es que definirlo no es fácil porque se trata de vida, de vivencia.
Y definir la vida dejaría incompleta la definición.
Empecemos por las parábolas sobre el Reino que hoy nos presenta el Evangelio y después nos entretendremos en conocer mejor esta maravilla que es la presencia del Padre del Reino en la humanidad.
* “El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla… mientras la gente dormía su enemigo sembró cizaña en medio del trigo y se marchó”.
La extrañeza de los trabajadores fue muy grande pues cuando se empezaba a formar la espiga del trigo apareció también la cizaña.
La impaciencia de los trabajadores es normal y quieren arrancar la cizaña.
La paciencia de Dios, en cambio, es más grande:
“No, que al arrancar la cizaña podríais arrancar también el trigo”.
A veces no entendemos esta mezcla de buenos y malos por el mundo.
En realidad estamos todos mezclados y la paciencia de Dios espera a todos.
Por lo demás san Agustín nos decía que si existen los malos en el mundo lo permite Dios para que puedan convertirse o para que los buenos sean purificados por ellos.
* “El Reino de los cielos se parece a un granito de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas cuando crece es más alta que las hortalizas”.
Aparentemente es casi despreciable. Con las justas se encuentran en las comidas de los canarios.
De la misma manera crece el Reino de Dios en el mundo.
Cuando vemos actualmente tantos martirios de buenos cristianos se nos hace difícil creer que los cristianos sigan aumentando en el mundo.
De esta forma cada hombre que entra en el Reino se convierte también en cobijo para los que buscan a Dios con sinceridad “y vienen los pájaros a anidar en sus ramas”.
* El Reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente”.
Insignificante es el comienzo del Reino en la historia y lo mismo en las distintas naciones, pueblos y familias.
Pero si el cristiano es buena levadura va transformando la masa; es decir, la familia, la sociedad…
Cuenta Mateo que después de compartir las distintas parábolas se acercaron los apóstoles a Jesús y le dijeron, con sencillez, acláranos la parábola de la cizaña en el campo.
Y Jesús termina explicando “que al final de los tiempos el hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido… entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre”.
Recordemos ahora unos detalles sobre el Reino.
– Jesús nos advierte que el Reino es lo único necesario.
– El Rey de este Reino es el Padre más amoroso.
– El Reino de Dios fue preparado en la Antigua Alianza, llevado a cabo por Cristo y, en Cristo, anunciado a todas las gentes por la Iglesia.
– El Papa Pablo VI nos advierte que “solamente el Reino es absoluto. Lo demás es relativo”.
– El Reino tiene muchas exigencias: la vigilancia, la fidelidad, etc.
Hoy Jesús nos ha hablado de la paciencia, de la humildad de sus comienzos y de su crecimiento.
También nos ha advertido que el Reino se comporta como la levadura en la masa, que la va transformando para dar el rico sabor del pan.
– Al Reino se entra por la fe y la conversión, como pedía Jesús al comienzo de su predicación: “conviértanse y crean en el Evangelio porque el Reino de Dios está cerca”.
Agradezcamos a Dios que nos ha llamado a su Reino al que hemos entrado por el bautismo y en el que debemos perseverar con la conversión.
Completando estas ideas san Pablo nos advierte que es el “Espíritu Santo el que viene en ayuda de nuestra debilidad porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene”.
Pero “el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables” y así con Él caminamos más seguros por el Reino.
Terminemos agradeciendo a Dios la bondad que ha tenido al llamarnos a su Reino, repitiendo con el salmo 85:
“Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan”.
José Ignacio Alemany Grau, obispo