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Volver a la Navidad

Reflexionemos sobre lo que NO es la Navidad, para volver a ella.

La navidad es una fiesta universal, porque es la conmemoración del inicio de nuestra redención. Dios se encarna como hombre y rescata a la humanidad del pecado, para que todos podamos salvarnos. El tiempo de adviento quiere decir venida. Es tiempo de espera y preparación, empieza cuatro domingos antes del 25 de diciembre. Debemos reflexionar en propósitos que nos ayuden verdaderamente a aprovechar este tiempo, preparándonos espiritualmente para estar presentes en aquella gruta de Belén adorando al niño y acompañando a José y María.

Las fiestas decembrinas ya están aquí, lamentablemente con una cauda de comportamientos humanos que nos alejan de su verdadero sentido, por lo que es importante reflexionar con tiempo sobre lo que no es la navidad, para volver a ella.

LA NAVIDAD NO ES:

Magia: Películas al estilo Disneylandia, donde todo gira alrededor de los regalos, del árbol de navidad, Santa Claus y Rodolfo el reno. Un mundo en el que los niños contemplan la realidad y la felicidad al alcance de varitas mágicas; un mundo maravilloso que les presentan los adultos esperando hacerles inolvidables las navidades. Bonito sí, pero ajeno al sentido de la realidad que forja la espiritualidad cristiana, referida al acontecimiento más importante ahora y siempre en la historia de la humanidad.

Consumismo: Los comercios emiten muchos mensajes publicitarios repetitivos e insistentes, con una propuesta de felicidad que invita a demostrar nuestro afecto con los más variados regalos, aprovechándose del ambiente de amor y fraternidad que se da previo al nacimiento de Dios. Se trata de que gastemos no en sencillos detalles, sino lo más que se pueda para el beneficio de sus negocios.

La presión es tal, que se nos olvida que nuestro Señor nació sin nada material para enseñarnos a vivir la pobreza y el desprendimiento, que no se trata de dar cosas, sino de darnos a nosotros, y que amar y dar afecto no cuesta nada.

Activismo: Correr para sacar muchos compromisos profesionales, para salir de viaje, asistir al mayor número de eventos sociales como bodas, “posadas”, hacer negocios aprovechando el circulante de los aguinaldos o pasar nuestros días de compras en las tiendas. ¿Y el tiempo de reflexión para un cambio de vida interior contemplando el misterio de aquella gruta junto a los pastores y al niño en el pesebre? ¿A pensar y amar verdaderamente viendo a Dios en nuestro prójimo?

El sentido de la navidad no lo dan las cosas que hagamos, sino las cosas que dejemos que él obre en nuestras vidas.

Beber y comer: Cuánta gente en esos días no tiene que llevarse a la boca o carece de un techo. Parecería que ellos no pertenecen al mundo real, o simplemente consideramos natural “su mala suerte” y nos olvidamos de ellos, lo que acentúa el egoísmo en días de dispendio. Lo paradójico es que la satisfacción de los sentidos en el comer y beber sin la virtud cristiana de la caridad y la templanza, fue característica del paganismo antiguo, y sigue vigente en una versión moderna de la buena vida. Fiestas en donde el festejado, nuestro Señor, no ha sido invitado porque se sabe que no estaría de acuerdo con los excesos y derroches.

Sentimentalismo: Un impulso bueno nos lleva a perdonar, pedir perdón, buscar la reconciliación. Eso está muy bien, pero debemos hacerlo movidos por una verdadera interiorización de los propósitos, y no por meros sentimentalismos, pues la paz de nuestros corazones puede durar lo que dure el ambiente navideño, y luego volver a estar igual o peor en la relación con nuestros semejantes. Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Una paz que construiremos con esfuerzo y la gracia de Dios y no en el impulso de un momento determinado.

Compromisos o coacción afectiva: No caer en el error, de que influidos por un ambiente de nobles sentimientos y buenas intenciones, aceptemos el inicio de relaciones o una reconciliación con alguien a quien nuestra voluntad en principio rechaza, porque no se quiere ni se desea, sobre todo porque nos aparta de Dios.

Formular propósitos que no cumpliremos: La navidad es un milagro de amor, independientemente de la propia fuerza de voluntad para cumplir nuestros propósitos, mismos que podemos hacer en cualquier otra época del año sin tener que apostar a un cambio que puede no llegar, y, sí afectar nuestra actitud respecto al verdadero sentido de la navidad.

Hacer lo que todos hacen: La conducta equivocada de algunas personas con las que convivimos en el trabajo o los amigos, no debe crearnos la necesidad de seguir esa corriente para no sentirnos raros o solos, a veces dándoles gusto a costa de lastimar nuestra conciencia.

Son fechas en las que Dios más que nunca espera un espacio en nuestros corazones, para acompañarnos muy cerca, volviendo a nacer en nuestra intimidad. Un espacio en el que podemos estar en comunión con otras personas.

Que no sea esta una navidad más, sin que nos acerquemos al más grande amor que nos espera.

Revista Ser Persona