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Lo fundamental de Francisco en México

Francisco vino a México a recordarnos que para el Evangelio (es decir, para el corazón de Dios) los más importantes son aquellos «últimos» de la sociedad, los descartados. Pensar que ése fue el logro del viaje apostólico, ¿sería hablar de un resultado pobre?

Para el presente análisis me di a la tarea de leer todos los mensajes públicos del Papa en México. Sin aplausos, sin porras y sin muecas los textos toman entonaciones y énfasis distintos. Es un ejercicio que recomiendo, gracias al cual se pueden distinguir puntos comunes:

  1. Poner a los olvidados en primera fila. Esto es algo que los Obispos de Roma han procurado desde hace mucho. Francisco lo realiza y lo pide (obras y palabras), lo hacía desde mucho antes de haber sido elegido Papa.
  1. Los privilegios enferman, vivir buscándolos destruye la humanidad. Y digo «humanidad» pensando en el total de hombres y mujeres de las naciones, así como en «lo humano» de quien vive de ese modo. Es una tentación contraria al plan de Dios para el mundo. Es un veneno mortal. Creer que uno es más que los demás es una forma de vivir en la mentira.
  1. Saber dialogar, saber hablar fuerte, saber construir y saber salir de uno mismo. Francisco aplica esto para las parejas, para las familias, para los obispos, para la Iglesia, para los políticos. Hacerlo de la mano de Dios, pensando en su Reino, siendo cristianos maduros.
  1. La riqueza está en los jóvenes. Lo dijo en Palacio Nacional y en Michoacán (sólo Dios sabe qué habrá escuchado cada par de oídos). Los jóvenes son el futuro, pero, más que eso, son la riqueza de nuestro país.
  1. La sociedad camina incluyendo, no excluyendo. Concentrándose en lo más importante: la familia, los niños, la manera de tratar a los marginados, a los migrantes. Dime qué tanto haces por los más pobres y te diré qué tipo de católico eres.

Concluir con el análisis de la visita de Francisco a México me despierta un fuerte sentimiento de nostalgia. Recuerdo entonces las palabras del libro de los Hechos: «Galileos, ¿qué hacen ahí mirando al cielo?» (Hch 1, 11).

 


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