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Fátima entre 1917 y 2017

¿En qué consiste el mensaje de Fátima, dado a conocer por la Virgen María en sucesivas apariciones durante 1917? Para responder, primero es necesario recordar en qué consistieron aquellos acontecimientos…

El 13 de mayo la Virgen María se apareció en un campo llamado Cova da Iría, cerca de la pequeña localidad de Aljustrel vecina al pueblecito de Fátima, en Portugal, a tres niños pastorcitos: los hermanos Francisco y Jacinta Marto, y Lucía Dos Santos, su prima.

La Virgen quiso presentarse brevemente a sí misma diciendo “Yo vengo del cielo” y luego le indicó a Lucía: “Quiero que regreses aquí los días trece de cada mes durante los próximos seis meses a la misma hora. Luego te diré quien soy, y qué es lo que más deseo”. Lucía refirió que mientras la Virgen María pronunciaba estas palabras, abrió sus manos para que de ellas saliera una luz que penetró en sus corazones y en sus almas al tiempo que ellos supieron que esa luz era Dios mismo. Luego les pidió: “Recen el Rosario todos los días, para traer la paz al mundo y el final de la guerra”. Después comenzó a elevarse lentamente hasta que desapareció en lo alto mientras que su gran resplandor parecía adentrarse entre las estrellas.

El 13 de junio la Virgen se apareció por segunda ocasión e indicó que al rezar el Rosario, al término de cada misterio se implorara: “Oh mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu Divina Misericordia”.

El 13 de julio, luego de que se extendiera la noticia por toda la región, se encontraban allí unas cuatro mil personas reunidas en Cova de Iría, cuando se volvió a aparecer la Virgen a los tres niños videntes. En esta ocasión les confió un secreto que luego sería revelado en tres partes: la visión del infierno, la profecía del comunismo extendido por Rusia hacia gran parte del mundo y la visión del Papa saliendo de una ciudad en ruinas, pasando sobre multitud de cadáveres y huyendo hacia una colina donde muere víctima de proyectiles militares. Luego les explicó: “Han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón” y añadió: “Vengo al mundo para pedir que Rusia sea consagrada a mi Inmaculado Corazón, y pido que los primeros sábados de cada mes se hagan comuniones en reparación por todos los pecados del mundo. Si mis deseos se cumplen, Rusia se convertirá y habrá paz, si no, Rusia repartirá sus errores alrededor del mundo, trayendo nuevas guerras y persecuciones a la Iglesia los justos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, ciertas naciones serán aniquiladas. Pero al final mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre consagrará Rusia a mi Inmaculado Corazón, y esta será convertida y el mundo disfrutará de un período de paz”.

El 19 de agosto la Virgen María se apareció nuevamente a los niños, en esta ocasión mirándolos con tristeza para decirles: “Muchas almas se van al infierno, porque nadie está dispuesto a ayudarlas con sacrificios” y luego prometió que el mes siguiente haría un milagro para que creyeran a los niños videntes los relatos de las revelaciones.

El 13 de septiembre la Virgen les dijo a los niños quién es ella, como lo prometió el 13 de mayo: “Yo soy la Señora del Rosario”. Luego mostró al sol moviéndose vertiginosamente en el cielo en un milagro que presenciaron todos los presentes.

En aquel momento, a inicios del siglo XX, la Virgen María habló a la humanidad en un momento en el que la primera guerra mundial se extendía por Europa mientras que en Rusia se gestaba una revolución que alteró el orden social a partir de noviembre de 1917 y en la que se vio envuelta casi la mitad del mundo. Aquel fue el contexto en el que María quiso interceder por sus hijos, presentando un remedio contra los males morales y sociales.

En esto consistió el mensaje de Fátima, un mensaje que no puede quedarse para el pasado porque hoy, a un año de cumplirse cien años de estas revelaciones marianas, es evidente que a la humanidad ya no le interesa la salvación de las almas, por lo tanto ya no se reza, y por ende, hacen sentido las palabras expresadas por Benedicto XVI el 13 de mayo de 2010, con ocasión del viaje apostólico a Portugal: “Se engañaría quien pensase que la misión profética de Fátima haya concluido…”.